Siglo del Amor

Un final, un comienzo, un solo deseo

Respiraba por la boca. La adrenalina estaba en su punto máximo. Mi ataque fue casi una reacción por instinto. Sentí un frío en mi mano, la que traspasaba el pecho de Rudolf.

Como si hubiera visto un fantasma, retraje mi brazo. Los ojos del Rey Impacto perdían la luz de la vida. Me miró en silencio con emociones que no alcancé a descifrar. En silencio, cayó al suelo para no levantarse jamás.

Tuve que verlo morir para que yo repasara lo que había hecho.

—Maté a una persona… —Miré mis manos y me visualicé como el monstruo más cruel de la existencia; aunque fue un momento, ya que escuché un leve crujido.

En la cámara donde yacía la Reina Impacto se creó una pequeña grieta en el vidrio que después desencadenó muchas más, hasta que el líquido que la hacía flotar, se desbordó y ella salió expulsada.

—¡Cuidado! —corrí a gran velocidad y la atrapé antes de que se golpeara. Estar cerca de ella me producía tranquilidad y paz. Me calmó, sí—. ¡¿Estás bien?!

Reina Impacto y yo cruzamos miradas y quedé hechizado. Era increíble todo lo que ella podía producir.

—¡Por favor, dime que eres Lucía! —le supliqué una respuesta sincera.

Si antes tenía una sensación de paz y tranquila, ahora estaba en un nivel inexplicable cuando me sonrió.

—Los Impactos nunca deben utilizar los atributos para intereses personales y mezquinos. Nunca controlaremos a nadie, ese no es nuestro fin. Les entregamos el poder y el amor a ustedes y nos dieron sus pecados… Los aceptamos con el mayor de los gustos. Entiende a los sentimientos y emociones semejantes a energías, de las cuales se dividen en positivas y negativas, con mi poder de Reina Impacto, los purifiqué a cada uno de esta última, para que el amor y la paz prevalecieran y prosperaran. Gracias, gracias por salvar a tu gente.

Ignorando mis palabras, eso dijo. Su voz era igual a la de Lucía. ¡Rayos! Todo en ella me la recordaba.

La escuché atentamente y podía vislumbrar con claridad el amor y cariño de cada sílaba. Nos amaba, amaba al planeta. Me agradeció, inmerecidamente, o así lo veía yo.

—La humanidad se enfrentará otra vez a la maldad —señalé, porque las pulsaciones de Reina Impacto cada vez eran más frágiles. Iba a morir.

—Hay una promesa pendiente —expresó y me sobresalté.

—¡¿Lucía?! —insistí en que me diera una respuesta y le saqué una sonrisa hermosa y débil.

—Tú eres el único que debes responder a esa pregunta —afirmó, y sus párpados le pesaron.

—¡¡Lucía!! ¡¡Lucía!! —grité ante la inminente muerte, rechazándola.

—Te amo…

Con esas palabras, cerró sus ojos y se convirtió en chispas, desapareciendo con una sonrisa de victoria y alivio en su rostro. Yo, por el contrario, me moría de dolor.

—¡¡Noooo!! ¡¡Lucíaaaa!!!

No sé qué tan malo he sido para ver morir al amor de mi vida dos veces. Qué castigo divino estaría pagando. Me sentí miserable.

Pasé un par de horas llorando en esa habitación, hasta derramar la última lágrima de mi cuerpo. Lo que había ocurrido ahí, aparte de la muerte de mi amada, ahora me era irrelevante. Desconocía si fue por la divinidad de ella o simplemente por mí, la verdad que ni quería saber.

Ya era la madrugada del siguiente día cuando salí. Quién sabe cuándo las noticias sobre la muerte de los presidentes circularán por el mundo. Tenía que escapar.

Resulta que estaba a docenas de metros abajo de la cárcel y los materiales de la instalación eran de última tecnología. Analizando bien las cosas, la explosión que ocasionó Louis fue más mortal de lo que imaginé. Incluso se produjo un apagón, y por tal razón se me facilitó salir.

Ignoré el taxi con el que vine y corrí lo mejor que pude hasta pisar el centro de la ciudad. Compré ropa y me cambié. Arreglé todo para irme a mi país ese mismo día.

—Aló —llamé desde un nuevo móvil—. ¿Sr. Enrique?

—¡Dios mío, joven Patrick! ¡¿Por qué no contestaba las llamadas?! —respondió el vecino. Había felicidad y emoción en su voz—. ¡Carol se despertó hace poco! ¡Venga pronto! ¡El vecindario completo ha venido a ofrecerle ayuda y los mejores cuidados!

—¡¿En serio?! —Mi estado de ánimo cambió radicalmente. Por fin una buena noticia—. ¡Qué alegría!

Le comenté al Sr. Patrick que no me pasara a mi hija, quería verla y hablar con ella personalmente.

Me puse ansioso esperando el vuelo e incluso en el avión continué en ese estado. Apenas toqué el suelo de mi país, me dirigí a mi casa con toda velocidad y casi dos horas más tarde, ya estaba allí.

El vecindario, más de lo habitual, estaba animado y bullicioso. Y en las afueras de mi casa algunos vecinos charlaban bien contentos. Al verme, sus sonrisas me saludaron.

Varios me dirigieron las palabras y traté de ser lo más breve posible, pues, mi atención estaba puesta en alguien en partículas. Ellos lo sabían y me dejaron ingresar.

—Joven Patrick, su hija está en el patio.

—Muchas gracias por cuidar de ella, Sr. Enrique. Hablaremos en un momento.

Me apresuré hacia aquella dirección, escuchando la risa alegre de mi vecino que fue disminuyendo hasta que el patio apareció ante mí.

Al estar ahí, una ola de luz cálida atacó mi visión. Sí, justo como pasó con Lucía, la Reina Impacto.

—Esto es… —No terminé de hablar. Mencionar la realidad era mucho para mí.

Carol entonces dio la vuelta, ella estaba en el lugar donde su madre perdió la vida por el rayo.

—¡¡Mi niñaa!! —Mis emociones se mezclaron por eso, sin embargo, cedí a las más grandes y corrí a abrazarla, besarla y acariciarla—. ¡¡Te amo tanto!! ¡¡Te amo tanto!!

Se suponía que debía decir algo relacionado con estar feliz porque despertó, empero, yo solté lo que mi corazón deseaba decir.

—¡También te amo, papi! —respondió a mi abrazo y aceptó mis besos con ternura.

Perdí la noción del tiempo y no me di cuenta los minutos que duré así con ella, no obstante, lo suficiente para soltarla satisfecho.

Ahora, era momento de contarle las malas noticias.

—Mi amor, tengo que…

—Mi mami ya no está, lo sé. Mientras dormía me contó eso y muchas cosas más, sobre el linaje que corre por mis venas.

Su voz angelical reveló algo impactante para mí. Me quedé en silencio intentando digerir lo que me decía. Tal vez por lo experimentado en los últimos días, acepté las cosas con rapidez.

—¿Sí? Me alegra que haya podido acompañarte y contado todo —sonreí, genuinamente—. ¿Qué más te contó?

—Qué tengo sangre de Impacto. Me dijo que mi extraña enfermedad era porque me tuvo con un fragmento de su espíritu y la única forma de curarme se realizaba despertando mis características intrínsecas de mi otra raza y solo ella podía ayudarme, pero su ser estaba privado de su libertad. Afirmó que la enferma me ocultaba de gente muy mala. Nadie de su raza sabía de mi existencia. ¡Ahora estoy curada! —Me abrazó, y después me soltó para continuar—. Mi mami también me dijo que era especial para este mundo. Le pregunté por qué, sin embargo, se negó en decirme, ya que tú me lo ibas a contar. Por último, me pidió un favor.

Ella se empinó y me besó la frente.

—Qué lamenta haberte bautizado, debido a que lo que me hace especial no tiene ya efectos para ti, así que te debo cuidar mucho… Ah, y que nos ama con todo su espíritu.

Me maravillé por lo narrado. Mi felicidad estaba a tope, mis lágrimas se derramaron. Me había convertido en un llorón en el transcurso de una semana.

—¿Recuerdas la última vez que hablamos?

—Sí, papi. De la humanidad y su avaricia e interés personal.

—Te debía una continuación.

—¡Sí, así es!

—Bien, déjame contarte ahora por qué la humanidad ha cambiado y gracias a quiénes.

De esta manera, ella conoció su atributo divino y los efectos que producía en el planeta.

Ella era la nueva Reina Impacto, entonces nosotros, los humanos, todavía estaríamos librados de las energías negativas. Bueno, todos menos yo. Alguien tenía que sacrificarse y estaba dispuesto a hacerlo antes de exponer a mi hija.

El Siglo de Amor era solo el preámbulo a un futuro nunca visto. Me encargaré de ello, trabajaré para que los deseos de mi esposa continúen vigentes mucho tiempo más.



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En el texto hay: relato corto, accion, amor

Editado: 07.07.2023

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