Jugueteaba nerviosamente con una ramita mientras esperaba recostado en la pared de las afueras de la comisaría del pueblo. Desde que la señora Luisiana mencionó aquellas palabras, había entrado en un estado de pánico del que no había podido salir, sentía que quería salir corriendo a donde fuese, gritar y de vez en cuando romper en llanto. Me habían dicho que todo había sido muy rápido, preparaban todo para la cena cuando una bruma envolvió la casa, un torbellino arrasó con el lugar, las luces se apagaron y se desataron gritos por todas partes, cuando finalmente se encendieron las luces ella no estaba. Ya habíamos buscado por toda la Casa y sus cercanías, en el pueblo, comercios cercanos e incluso en el bosque, nadie la había visto. A cada lugar en el que ibamos a buscarla, los comentarios no hacían más que intensificar mi angustia, los lugareños murmuraban en voz baja pero y trataban de ser discretos pero estaba tan alerta que terminaba escuchando. Decían que podía ya estar muerta, que habían personas que habían desaparecido hacía meses y aún no aparecían, que la policía no podría hacer nada para ayudarnos.
Aún siendo médico y por ende, haber aprendido a controlar mis emociones en tiempos de intensa presión, nada de lo que había pasado me hubiese preparado para este momento, nada se comparaba con la incertidumbre que se apoderaba de mi. Usualmente, tenía la vida de desconocidos en mis manos, pero ahora... Ahora la vida que tenía entre mis manos era la de mi hermana, esa chiquilla que juré a mis padres proteger con mi alma si era necesario. Ahora ella estaba desaparecida.
La ramita que tenía entre mis manos se quebró por la presión de mis dedos. Mis meditaciones fueron interumpidas por el sonido de la puerta de cristal junto a mi al abrirse, mostrando la silueta seria de Román quien me había acompañado desde que me precipité a buscar a Sofía por todo el pueblo. Ahora traía puesta una chaqueta de cuero marrón con unos vaqueros negros, su postura y semblante eran serios, eso avecinaba malas noticias.
—Ya notifiqué a la policía, pero obligatoriamente debemos esperar cuarenta y ocho horas para poder declararla desaparecida y que organicen la búsqueda, es el protocolo— avisó el rubio acercándose a mi— pero por supuesto no esperaremos por ellos, hoy mismo haré algunas llamadas y mañana por la mañana comenzaremos a buscarla. Tenemos que ser pacientes, por lo que ví allí, ya son más de treinta las personas desaparecidas...
—¡¿Paciencia?!— Golpee la pared con fuerza—¡¿De Verdad me estás pidiendo paciencia Román?! ¡Mi única familia acaba de desaparecer!, ¡¿y me pides paciencia?! ¡No tenemos hasta mañana hay que ir ahora mismo a buscarla, quién sabe si está lastimada mientras nosotros estamos hablando como unos estúpidos aquí! —grité alterado.
—¡¿Y qué quieres hacer, ir por todo el pueblo de puerta en puerta preguntando por ella sin ton ni son a media noche?! Eso no va a servir de nada. Por favor cálmate Tiago, la vamos a encontrar, ya han aparecido algunas personas...
— ¿En serio? ¿Qué han conseguido hasta ahora?¿tienen alguna pista útil?– Interrogué con prisa, mis palabras casi tropiezan entre sí al tratar de articularlas.
— Bueno... Las personas aparecieron pero... No recuerdan absolutamente nada de lo que les pasó— dijo para mi decepción.— Pero lo importante es que aparecieron, vivas, sanas y salvas que es lo que importa, aún hay esperanza.
—¿Y mientras tanto qué hago yo Román?— pregunté en un hilo de voz sosteniendo mi cabeza con ambas manos afligido— ¿Mientras tanto qué hago...?
—Lo mejor será que volvamos a casa, interrogaremos a los testigos y veremos qué pasó en realidad, además debemos estar con mi madre y las demás por si sucede otro incidente, hay que estar atentos. También debemos descansar, nada vamos a conseguir vagando sin rumbo y malgastando energía sin saber dónde buscar primero, hay que hacer un plan. — Dijo y solté un suspiro. Él tenía razón, por más que quisiera encontrar a Sofía, no lo lograría entre tanta oscuridad y sin un plan.
Volvímos al hotel, en el camino no pronunciamos palabra alguna, ambos sabíamos que nada de lo que dijesemos tendría sentido en este momento. Al llegar casi no pude esperar a que la camioneta se detuviese para bajarme, pude distinguir algunas siluetas femeninas a la distancia, estaban opacadas por el bombillo a sus espaldas y apenas distinguía quienes eran. Al acercarme más noté a algunas empleadas del hotel, se notaba aún en su semblante el miedo y la angustia, si así lucían ellas, no quería ni mirarme al espejo.
— Ya informamos a la policía pero no pueden hacer nada hasta que pasen las cuarenta y ocho horas para declarar su desaparición. — informó Román al grupo de chicas que encabezaba una pelirroja con uniforme de mucama, mientras, yo me quedaba un par de pasos atrás observando todo.
— ¡Es inútil Román!— habló la pelirroja con severidad— ¡Sabes que esos policías son unos completos incompetentes, no encontrarían una vaca perdida ni aunque la tuviesen en frente!. Deberíamos salir a buscarla nosotros mismos a primera hora.
— Y da por hecho que lo vamos a hacer Eva, contactaré con varios de mis colégas, saldremos a primera hora.— decretó Román acercándose más al grupo— Eva, chicas, les presento al doctor Tiago Brender, es el hermano mayor de Sofía— me presentó, los rostros de las chicas se encogieron en una expresión que solo pude interpretar como pena o lástima, que aunque intentaron ser discretas se les notaba a leguas, las mujeres saludaron rápidamente y se apresuraron a entrar, todas excepto la pelirroja quien me miraba fijamente.— Yago, ella es Eva Grifin jefa de mucámas del hotel y una amiga de la familia.
— Un gusto conocerla señorita Grifin— Dije intentando fingir alegría pero el tono de voz me delataba sin compasión, mantener la compostura se me hacía una tarea titánica. Estrechamos nuestras manos. Ella era muy guapa, sus facciones eran bien definidas y sus ojos eran de un azul muy intenso, casi como esa mirada indescifrable que traía detrás de esa blanca sonrisa, era como si quisiera encontrar algo fuera de lugar.