Daphne.
El edificio estaba hecho un desastre, la pintura de las paredes estaba descascarándose mientras la mugre y polvo se esparcía por los pasillos. El piso se encontraba en las mismas condiciones, incluso habían envolturas de dulces regadas por todas partes. Éste no era un lugar apropiado para un pequeño de unos cinco años.
La poca iluminación apenas nos permitía distinguir al niño que se había quedado quieto a unos tres metros de nosotros. Su cuerpo cubierto por tela de color blanco, ésta estaba ya muy desgastada y maltratada. La tela era algo larga impidiendo que pudiéramos ver sus pies. Está al mismo tiempo tenía manchas de color rojo que se veía como sangre seca, en especial en el costado izquierdo de su estómago. Sus brazos también estaban ocultos por un par de mangas con el mismo aspecto. En cuanto a la cabeza, estaba cubierta por una capucha y el rostro oculto detrás de una máscara de fantasma sonriente. A pesar de que ésta tenía el par de agujeros para poder ver, sus ojos no podían ser apreciados. En la mano derecha llevaba cargando una calabaza para dulces, y en la izquierda llevaba algo que parecía tener forma redonda, pero tampoco podía apreciarla por la escasa luz, lo único que lograba distinguir entre la obscuridad era que el niño la llevaba arrastrando a través de unos hilos de color negro.
Voltee a ver a mis amigos. Todos tenían la misma expresión de sorpresa y confusión que yo. Ian parecía ser el más confundido ya que no despegaba la mirada del pequeño. En el rostro de Lysa podía ver que estaba algo asustada, y es que no podía culparla, algo en ése niño daba un poco de miedo. Regrese la mirada al niño. Quería ir hacia él para preguntarle quién era o cómo había llegado aquí, quizá de la misma manera que nosotros pero... algo me decía que no me acercará, era como una especie de mal presentimiento.
Ian me rodeo y se dirigió al niño.
—Ian, espera—Dijo Terence. Pero Ian lo ignoro y siguió caminando hasta quedar a casi medio metro del pequeño.
—Hola pequeño—Susurro con una sonrisa—¿cómo te llamas?—Ian se quedó en espera de una respuesta que nunca llegó.
El pequeño solo se le quedó mirando hacia arriba y es que apenas le sobrepasaba las rodillas. Ian se colocó de cuclillas y dijo lo siguiente:
—Puedes escucharme, ¿verdad?—Extendió la mano hacia el pequeño.
El solo le quedó mirando la palmas de ésta y unos ligeros gemidos que anunciaban que un niño está a punto de llorar llenaron el ambiente. Ian instintivamente retiró la mano. El niño siomara un par de pasos adelante aún haciendo ese sonido. Llegó a un punto en el que la escasa luz cubría todo su cuerpo y fue entonces que los cuatro nos percatamos de que lo que el niño llevaba arrastrando en el brazo izquierdo era la cabeza decapitada en plena descomposición de una chica.
Lysa fue la primera en dar un enorme grito de miedo mientras que Ian se alejaba de él.
—Hay que regresar a la habitación—Nos dijo—¡Ahora!
Todos comenzamos a correr en dirección a la habitación de la que habíamos salido mientras el desgarrador grito de ése niño llegaba a nuestros oídos. No voltee por detrás pero los sonidos de esos pequeños pasos me indican que nos estaba siguiendo.
La habitación no se encontraba muy lejos así que llegamos rápidamente a ella. En cuando entramos Ian y Terence trataron de cerrar la puerta pero el niño comenzó a empujar para que pudiera entrar. A pesar de que los dos chicos eran mayores, el pequeño parecía tener mayor fuerza. Ellos no podrían cerrar la puerta por si solos así que le hice una señal a Lysa con la cabeza como indicación para que fuéramos a ayúdales.
Puse todas mis fuerzas para tratar de cerrar la puerta pero resultaba muy difícil, ése niño tenía demasiada fuerza. Pasaron varios segundos, sentía el sudor bajar por mi frente hasta mis labios provocando sentir su salado sabor, al mismo tiempo sentía como mi corazón latía a mil por hora, comenzaba a sentirme un poco cansada y mareada.
—¡Vamos yo se que podemos!—Terence trato de alentarnos, su voz sonaba cansada—¡Con fuerza!
Los cuatro reunimos todas las fuerzas que pudimos y juntos dimos un enorme empujón a la puerta provocando que esta se cerrará. Mantuvimos nuestras posiciones mientras del otro lado el niño empujaba la madera tratado de abrirla o romperla, pero a pesar de ésta ya estaba algo podrida parecía tener algo que la hace resistente ante los golpes de ésa cosa.
Un minuto pasó y los golpes comenzaron a cesar. Cuando éstos pararon por completo me deje caer de rodillas en el sucio suelo y deje salir una gran bocanada de aire, mis tres amigos me imitaron y juntos quedamos así para tratar de calmar nuestras respiraciones.
—Eso estuvo cerca—Dije pasando mis manos sobre mi rostro.
—Si—Contestó Lysa con la voz algo temblorosa—casi morimos ahí afuera.
El silencio nos acompañó por un par de segundos hasta que una voz neutral que desconocía provocó que los cuatro diéramos un salto del susto, dicha voz dijo lo siguiente:
—De hecho, la probabilidad de morir en éste piso es de un diez por ciento.
Los cuatro volteamos a mirar hacia donde esa voz había venido. Del otro lado de la habitación estaba un chico algo alto apoyado de espaldas a la pared, brazos cruzados en el pecho y el pie izquierdo apoyado igualmente a la pared. Tenía una tez pálida, ojos oscuros, cabello castaño y gesto serio en su rostro con la mirada hacia nosotros.
¿De donde salio? Fue la primera pregunta que surgió en mi mente, y quisiera pensar que también en la de mis amigos.
—¿Quién eres tú?—Preguntó Ian poniéndose de pie, los demás hicimos lo mismo.
El chico nos quedó mirando, y después de unos segundos respondió:
—Kevan Dark.
Me le quedé mirando. Su rostro no mostraba gesto alguno, su mirada era apagada, trate de ver más a detalle sus ojos pero en estas condiciones es resultaba un poco complicado, sin embargo me esforcé y logre notar que estos era color marrón. El dejo su vista puesta en mi y yo en la suya. Su mirada daba una sensación extraña.
Sostuve la mirada para tratar de entender el por qué me sentía así en esos momentos. Había algo que no podría describir, solo me provocaba una sensación de tristeza, me hacía sentir vacía y... sin vida. Ese chico tenía algo oculto, un problema quizá; pero no podría decir cual.
Por varios segundos estuve en una especie de trance a través de esa mirada vacía, hasta que Ian puso su mano febrero mi hombro y lo apretó logrando así, traerme de regreso a la realidad.
—¿Cómo has llegado a este lugar?—Preguntó Ian algo serio.
El despego la mirada de mi y la puso en Ian.
—De la misma manera que ustedes—Dio dos pasos adelante.
A pesar de la distancia podía notarse que era solamente unos centímetros más pequeño que Ian. Un metro setenta quizá.
—¿Podrías ser un poco más específico?—Hablo Terence.
—Sacrificio por deseo—Fueron las palabras que dijo Kevan, y éso me dejo más confundida de lo que ya estába.
Ian dio unas leves rositas.
—Tiene que ser broma, ¿es una broma cierto?
—Acaban de ver a un niño de cinco años mucho más fuerte que tú con la cabeza podrida de una chica en la mano, dime ¿Qué niño vivo podría hacer éso?
Ian abrió la boca para decir algo pero al la referencia analizó mejor lo cosas y no dijo nada. Se quedó pensativo con la cabeza agachada y la mirada triste.
Por otro lado, algo de la pregunta que Kevan dijo me dejó inquieta y pensativa, ¿Qué niño vivo podría hacer éso? ¿Acaso se refería a que ése pequeño estaba... muerto?
—Chicos lo lamento—Dijo Ian con la voz quebrantada. Sus labios temblaban un poco, sus ojos lucían cristalinos como si estuviera a punto de llorar—Es mi culpa que estemos aquí—Susurro.
—¿A qué te refieres, Ian?—Le preguntó Terence.
Ian se sentó en el piso y recargo su espalda contra la pared. Abrazo sus rodillas y colocó su cabeza sobre éstas. Los tres nos pusimos de cuclillas a su alrededor, yo del lado derecho, Terence en medio y Lysa a la izquierda.
—Oye, no te pongas así...
—¿Cómo quieres que no me ponga así?—No me dejo terminar—sus vidas y la mía están en riesgo gracias a mi.
—Tampoco exageres, seguramente ésto es una broma como has dicho—Añadió Terence—Quizá lo único que quieren es sacarte un buen susto aprovechando de que eres fan de estas cosas.
Él levantó la mirada, tenía lágrimas en ella.
—Escuchen, por más que quisiera que esto fuese una broma como dicen, se que no lo es. Chicos, ¿como explican que hayamos despertado en éste lugar sin que nos diéramos cuenta? Haber tenido el mismo sueño en el que alguien nos juega el cabello mientras permanecemos inmóviles en nuestras camas, que un niño de cinco años fuese más fuerte que nosotros y que ése chico haya aparecido de la nada—Señaló a Kevan quien permanecía sin mover un músculo.
—Ahora escúchame tú Ian, tu no tienes la culpa de nada y ésto seguramente tiene una...
—¡No todo tiene una explicación lógica Daphne!—Hizo una pausa—Seré claro, cuando rompimos el muñeco de papel en mi casa y pensamos en un deseo abrimos una especie de portal hacia una dimensión en un sueño, el muñeco representaba el sacrificio de un niño en cualquier lugar en el mundo con tal de que nuestro deseo se volviera realidad. Pero para que éste sea cumplido debemos pasar una especie de prueba, y esa prueba es...
—Burlar a la muerte—Terminó Kevan, todos volteamos a verlo.
—¿Qué estás diciendo?—Preguntó Terence con la mirada algo furiosa hacia Kevan.
—Él tiene razón—Contestó Ian—la muerte está esparcida por todo este lugar. Tendremos que arreglarnos para encontrar la salida y así salir vivo de aquí, pero sinceramente desconozco cómo logra eso.
El silencio nos acompañó por unos momentos, hasta que Kevan lo rompió.
—No se preocupen—Todos pusimos nuestras miradas en él. Se acercó quedando a un metro de nosotros - puedo ayudarlos un poco a salir de éste maldito lugar, sólo necesitan tener presentes todo el tiempo las siguientes reglas: número uno, pase lo que pase siempre guarden silencio. Dos, siempre permanezcan juntos. Tres, nunca le digan no a un niño. Cuando, no teman a los fantasma, ellos no les harán nada siempre presume y cuando no hagan ruido alguno, aunque hay excepciones. Y cinco, corran solo de ser realmente necesario.
¿Qué? Fue lo único que podía decir ya que no se me ocurría nada más, no tenía ni la más mínima idea de cómo reaccionar ante semejante tontería.
—¿Pero qué estupidez estás diciendo?—Dijo Terence de mal humor poniéndose de pie y dirigiéndose a la ventana que estaba frente a nosotros—Podemos ingeniar un plan para salir por ésta ventana sin ningún...—Dejo de hablar en cuando miro a través de ella.
—¿Qué sucede?—Le preguntó Lysa. Terence dejó a un lado las cortinas y regresó a donde estábamos.