Silencio.

Prólogo


Mi pequeña historia de amor tóxico comenzó una tarde de verano en la que decidí ir con mis amigas por un helado. Las esperaba sentada en una banca blanca de un parque bastante grande. Ahí los niños jugaban con sus enormes pelotas de dibujos animados, otros montaban bicicleta y unas cuantas parejas disfrutaban de la vista. Ese día lo recordaré por siempre. 

Fue entonces cuando conocí a mi infierno personal; vestía una polera blanca, jeans negros y unos deportivos blancos. Venía tras una pequeña bola de pelos que respondía al nombre de «coco», la cual, sin motivo aparente, llegó hasta donde estaba.

Cuando él llegó, el animalito jugaba con los cordones de mis deportivas negras.

  —Disculpa a mi perrita coco, es algo traviesa y se ha escapado de casa —dijo, tratando de recuperar la respiración—. Soy Fernando González —habló, con una sonrisa que enamoraría a la misma reina Isabel.

  —Soy Samantha Rodríguez —sonreí.

  —Creo que te he visto antes. ¿Estás en la facultad de ciencias económicas? —preguntó y señaló la credencial con el logo de la universidad a la que asisto que colgaba de su cuello. 

  —Sí, primer año de administración. ¿Y tú? —pregunté, un poco más intrigada por él.

  —Tercero de economía —dijo, con una sonrisa amplia—. Nos vemos pronto en la facultad.

Y así fue como todo inició; en un parque y por accidente…




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