Al primer maltrato, huye. No puedo decir que al primer golpe físico lo hagas, porque muchas veces éstos son psicológicos y duelen más y tardan en ser curados… si es que logran sanar.
Ocurrió una tarde cualquiera. Me encontraba sentada junto a un compañero de la facultad cuando él llegó a gritarme. Estaba hecho una furia.
—¿¡Quién mierda es él!? —gritó.
—Él es Tom, de la facultad —contesté, con algo de miedo. Jamás le había visto así de enojado y mucho menos conmigo—. Hacemos un trabajo de administración.
—¿¡Pretendes que me crea esa mierda!?
Recogí rápidamente mis cosas y lo llevé hacia un lugar más tranquilo, para calmarlo. Sentí miedo en el camino, porque sabía que él sufría ataques de furia.
—¿Qué te pasa? —pregunté, temerosa y casi susurrando.
—¿¡Cómo quieres que me ponga, si mi novia está dando un espectáculo con el primer hijo de puta que vio?
—Sólo hacíamos un trabajo, amor —contesté y lo tomé de la mano, pero él las quitó bruscamente.
—¿¡Crees que me voy a creer esa excusa barata!? —Él subió el tono otra vez. Tuve miedo.
—Es la verdad. Te puedo enseñar los apuntes.
—¡A la mierda los apuntes! Parecías una ofrecida.
Comencé a llorar. Él jamás me había dicho algo así. Sus golpes no eran físicos, eran psicológicos y éste era el más fuerte. No lo noté en ese momento, pero ahora sí. Esto ya llevaba semanas y era desde un «no me gusta cómo te ves con eso», un «no quiero que lo uses» hasta un «no te juntes con dichas personas, porque son mala influencia». Pero estaba muy ciega en ese momento.
Después de hacerle entender que no era como él pensaba, me agarró por los hombros, me miró y me dijo:
—¡ERES Y SERÁS SOLAMENTE MÍA!