Para V
"El secreto es remojar el arroz en la leche toda la noche"
Cada cumpleaños, comprar los ingredientes para el arroz con leche se había vuelto casi una tradición para ti. Preparar el dulce con todo el amor y cariño que tus manos y corazón pudieran dar.
El arroz con leche era tu especialidad, enamorando a todo aquel que le diera una probada, como si alguna especie de hechizo fuera lanzado al mezclar todos los ingredientes, y eso que no te gustaba cocinar, no imagino como hubiera sido si amaras la cocina. No solamente era un arroz con leche común y corriente; era tu muestra de cariño, tu manera de demostrarle a la otra persona lo importante que eras para ella.
Tus manos arrugadas, esos pliegues que no te gustaban, pero que mirabas con orgullo al saber todas las maravillas por las que pasaron, y que cada pliegue y mancha no era mas que una medalla por todas las batallas libradas con éxito y algunas no con tanto éxito.
Tus manos arrugadas, llenas de sazón, llenas de amor, cada plato que cocinabas era como probar un poco del paraíso. Dulce de parchita, jugos, almuerzos, y más dulces, siempre encantada de hacerlos a quien sobrino, hijo o nieto amante de aquel plato que te pidiera, incontable las veces que nos preparaste arroz con leche al saber que alguno de tus nietos estaba ansioso de este.
A través de un plato de comida, de un mensaje preguntando si ya se había comido, o de un abrazo con regaño. De diferentes maneras demostraste tu amor, muchas veces no de la mejor forma.
No todo fue arroz con leche o palabras amorosas, habían peleas por cosas banales y sin sentido, que solo hacían que la relacion se fragmentara un poco a la vez, y ahora, aunque ya no estés aquí, lo veo con otros ojos, con otro pensamiento, y tarde me arrepiento de no haber sabido a tiempo la razón de tus peleas, no te quito culpa de eso, pero no te juzgo, y si tuviera la oportunidad, te abrazaría fuertemente, puede no cambiar mucho, como puede cambiar todo.
Nunca fuiste una santa, pero fuiste más que eso, fuiste humana, una que se equivoco mil veces, y mil veces trato de arreglar aquello que había roto, hiciste lo que pudiste con las herramientas y vivencias que tenias.
Te abrazo por todo, por lo bueno, y por lo no tan bueno, por enamorar el corazón de cada persona que te conocía, que cada vez que hablan de ti, abren su corazón y alma, y sus lagrimas brotan sin control recordando tus dulces, y ese amor que tanto profesó la maestra de tantos adultos que alguna vez fueron esos niños en tu salón de clases.
El arroz se deja remojando en la leche toda la noche, el recuerdo vivido de ese momento exacto de ti diciéndome esas palabras, y enseñándome el procedimiento de la receta. Todavía no me he atrevido a preparar tu famoso arroz con leche, ese que me hacías cada año por mi cumpleaños sabiendo que tanto lo disfrutaba y que lo escondía para que nadie mas lo comiera.
Tu hermana me hizo para mi cumpleaños, su famoso dulce parchita, no había probado una desde hace mas de año y medio, cada vez que veía esa fruta redonda y amarilla, desviaba la mirada y seguía de largo, misma cosa que me pasaba con esos tostones que freíamos cada cierto tiempo, aun recuerdo cuando tocabas mi puerta con una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa con plátanos verdes en tus manos.
Este año tu hijo menor me hizo arroz con leche, tenia un sabor delicioso, claro que no se compara con el tuyo, ninguno se podrá comparar con el tuyo.
Arroz con leche, una abuela imperfecta y un corazón grande que amo tanto, que sin estar con nosotros, su presencia se siente como si nunca se hubiera ido.
Con amor, tu nieta.
Editado: 03.09.2024