El día empezó de lo más normal.
Érika se levantó y fue directo al baño. Era el primer día de la semana así que tenía que ir a clases.
No extrañaba para nada la escuela, pero se había levantado más temprano que nadie para alistarse, y allí, en ese gran baño forrado con cerámicas azules y mientras el agua le caía por el cuerpo, empezó a llorar.
No podía evitarlo.
Tenía marcas que le recordaban el infierno que había vivido, y no precisamente marcas corporales, sino mentales.
En su memoria había quedado una cicatriz tan grande que era imposible de borrar, su mundo estaba teñido de negro y todo lo que veía era tristeza porque su vida estaba llena de ella y estaba cansada de eso, estaba cansada de vivir con un miedo constante atormentándola, estaba cansada de sentir que estaba sola en medio de eso, estaba cansada de llorar cada vez que veía su cuerpo. Cansada de todo y casada de todos.
Cuando se alistó tomó su bicicleta y salió de la casa sin ver todavía rastros de su familia. Era muy temprano, el día apenas se estaba aclarando por lo que no había muchas personas despiertas, salvo algunas que iban para el trabajo o eso se imaginó ella al verlos.
Muchos la saludaron, pero Érika no les devolvió el saludo mas bien siguió adelante sabiendo que ya nada importaba, que hoy por fin todo acabaría. Ya no volvería a ver Gabriel nunca más, ya no tendría que sentirse sola y, sobre todo, ya no tendría que llorar como lo iba haciendo en esos momentos.
Las gotas saladas nublaban sus ojos y le dificultaban la vista, pero ella no se detuvo, en cambio, aceleró más y más.
No iba a toda velocidad, pero si lo suficientemente rápido como para no poder detenerse de inmediato cuando alguien se le cruzó en medio. Tal vez si hubiese estado mirando al frente habría advertido su presencia, pero por escasos segundos había fijado sus ojos en el suelo y cuando la levantó ya se encontraba muy cerca y, aunque apretó el freno, era muy tarde y la bicicleta impactó contra aquel cuerpo y lo mandó al suelo.
Ella bajó los pies tratando de frenar, razón por la cual no se calló, pero se tiró de la bicicleta de inmediato al ver que la persona a la que había chocado seguía tirada e inmóvil.
Se le acercó temerosa.
Parecía una joven y tenía el pelo esparcido por la cara tapando parte de su rostro, Érika se puso de rodillas y empezó a mirarla horrorizada con miedo a tocarla. Tenía una herida en el brazo que le sangraba y aun así no se movía. No podía haberla matado. ¿O sí?
- ¿Estás bien? - dijo y la chica siguió en la misma posición.
- ¿Me escuchas? - esta vez tocó con uno de sus dedos el cuerpo y lo movió un poco para comprobar algo horrible.
-La maté- dijo a nadie en particular y empezó a llorar.
Tomó su bicicleta y la puso en marcha.
- ¡Hey! ¡Espera! - escuchó que llamaban cuando ya se había alejado. Era una voz masculina, quizás de alguien que había visto lo sucedido y que iba a denunciarla luego.
No miró hacia atrás.
…
Estaba frente a la barandilla, mirando el vacío. No tenía ganas de sufrir más, ya había tenido suficiente y solo necesitaba paz.
El día seguía aclarándose con la llegada del sol y las personas, ahora más numerosas, paseaban por el puente en sus autos, pero ella estaba casi debajo de este allí donde esa gran construcción de metal se unía a la tierra por encima del nivel del agua y desde ahí era difícil verla, además ¿qué más daba que la vieran si igual nada importaba?
Se subió a los hierros que la separaban de una profunda nada y volvió a mirar hacia abajo. El agua se encontraba a una gran distancia de ella y eso la hacía consciente de que, en caso de sobrevivir al impacto, se iba a ahogar. Así que, definitivamente, sabía que ya había llegado el final.
Cerró los ojos luego de analizarlo un momento y empezó la cuenta regresiva.
Cinco… cuatro…tres…dos...
- ¡No lo hagas! - escuchó tras ella. -lo siento ¿sí?, no debí asustarte de esa manera, no pensé que fuera a pasar esto
No se giró, ni siquiera entendía de qué estaba hablando aquel joven y por su voz, estaba segura de que no lo conocía.
-Déjame sola-
-Por favor, mírame-
Así lo hizo.
Vio una media melena rubia que le llegaba a los hombros, unos ojos grises intensos llenos de desesperación y una pequeña herida en el brazo… y supo quién era.
La chica, bueno, el chico que había atropellado.
-Ves, estoy vivo. No soy ningún espíritu ni nada solo estaba bromeando. No pensé que lo fueras a tomar así. Baja de ahí, por favor- suplicó con la mirada y las manos -por favor- volvió a repetir cuando vio que ella no hizo ni el mínimo intentó de moverse.
-No lo entiendes- le dijo ella con un mar de lágrimas en los ojos -No entiendes nada-