Silencios que matan

Dolor, desesperación, odio y sobre todo miedo llenaban el lugar completamente.

Érika vió con horror como volvía a acercarse e intentó escapar, pero Gabriel la agarró y la lanzó al suelo con tanta fuerza que no pudo ponerse de pie de inmediato, le dolía todo y eso no fue lo peor, lo peor fue Rafael al verla allí empezó a golpearlo con odio y en pocos minutos le dio tantos golpes que la boca del hombre empezó a sangrar, sin embargo, en un movimiento rápido este sacó un arma y le apuntó a la cabeza.

El tiempo se detuvo.

Érika empezó a gritar, con desesperación que lo soltara, que lo dejara ir, que él no tenía la culpa, no quería verlo morir, todo esto estaba pasando por ella y no podría vivir con eso en la cabeza, aunque lo único que le quedara de vida fueran unos minutos o unas horas