¿Concentrarse en clase luego de lo que pasó? Imposible. Si antes la mente de Érika estaba divagando de un pensamiento a otro, ahora tenía el doble de razones para hacerlo.
Su vista estaba fija en el rubio que la había besado y no podía sacarse eso de la cabeza. Antes pensaba que besar a alguien era asqueroso, pero no fue así, con él fue mágico y tan solo recordarlo le encendía la mejillas.
No podía evitarlo.
Rafael solo tenía que mirarla a los ojos y de forma automática ella sentía el rubor subir a su piel, y a juzgar por la sonrisa divertida que daba el chico cada vez que veía su reacción, sabía perfectamente lo que estaba pensando en ese momento.
Ese día se fue flotando a casa y al llegar a ella empezó a pintar pues tenía que liberar de alguna manera tanta alegría o iba a explotar.
Al final, hizo una silueta de dos personas besándose frente a una puesta de sol y se sintió satisfecha por ella, la público y en seguida le hicieron ofertas, pero este cuadro no estaba segura de querer venderlo.
Era especial.
Cuando su madre llegó ella estaba sentada en la mesa haciendo una tarea que era para dentro de una semana, (Necesitaba distraerse un poco) y no supo que expresión había visto la mujer en su rostro porque se acercó y le preguntó.
-Hija ¿Qué pasa?
Ella levantó la vista de su cuaderno para observar a la señora que le dió la vida.
Hacia mucho tiempo que no escuchaba una pregunta de su boca con interés genuino, hacia mucho tiempo que solo la veía hacer preguntas rutinarias como un robot programado para ello. Así que al escucharla preguntar algo con cierto nivel de interés, se cuestionó que pasaría si le contaba lo que pasaba ¿Acaso le importaría o le daría igual?
Su mente le respondió casi al instante. Ya había confiado en sus padres una vez y no salió bien. ¿Por qué iban a cambiar las cosas ahora?
-Tuve un buen día -se limitó a decir.
La mujer le sonrió con ternura, algo que también llevaba mucho tiempo sin hacer, luego se acercó y le acarició la espalda provocando que la chica sintiera que algo extraño pasaba.
-Me alegro mucho por ti -dijo
Esa no era su madre, tenía que ser otra persona porque hacía bastante tiempo que apenas parecía notar su existencia y hoy ¿Estaba interesada por ella?
-¿Quieres ayudarme a hacer algo de cenar?
-Ya puse la cena -dijo mirándola y buscando los rastros de esa mujer indiferente que conocía.
-Gracias, hija -dijo y empezó a subir las escaleras.
Érika quedó en chock.
La cena tuvo algo de diferente esta vez, la televisión estaba apagada y ella tenía miedo de levantar la vista de la comida porque sentía la mirada de su madre sobre ella. Algo había pasado, estaba segura ¿Pero qué? No se acordaba de haber hecho alguna tontería y en la escuela no había nada por lo que pudieran reprocharle.
Su padre en cambio, estuvo otra vez en el móvil, pero eso ya no importaba. ¿De que valía que fingiera prestar atención a su hija y su esposa si no lo hacía?
La cena terminó y madre e hija retiraron la mesa. Había algo extraño en el aire que convertía aquel silencio que había entre ellas en el más incómodo que pudiera existir.
Luego de un rato, Erika tomó sus audífonos y puso música trayendo de nuevo la normalidad a esa noche.
A la hora de acostarse estuvo pensando en el tema un largo rato, pues su sueño parecía haberse ido de vacaciones y solo podía ver a Rafael y a su madre en su mente. Cuando finalmente cerró los ojos había perdido la cuenta de las vueltas que había dado en la cama.
Esa noche soñó que estaba con el chico que le gustaba en un campo de yerba alumbrado por el sol. Él la perseguía divertido y cuando lograba atraparla la abrazaba entre risas, ambos estaban muy felices en aquel lugar, pero la felicidad duró poco porque de repente el sol se apagó oscureciendo todo, Rafael se desvaneció como un puñado de polvo y una sombra apareció a lo lejos y empezó acercarse a un paso muy lento. Ella trató de huir pero sus pies no respondieron y solo pudo quedarse allí asustada, viendo cómo se repetía una historia de la que ya estaba más que harta.
Despertó con los ojos llenos de lágrimas nueva vez.
La confianza que había sentido al día anterior se desvanecieron y la duda se abrió pasó en su cuerpo haciéndole ver que había sido una estupidez confesarle a Rafael que lo sentía, haciéndole ver que nunca debió permitir que la besara y, sobre todo, haciéndole ver que ellos no tenían futuro, primero, porque tan solo tenía que decirle la verdad y él se arrepentiría tanto como ella de lo que pasó, y segundo, porque estaba segura de pronto llegaría el demonio a llevarse por fin su alma.
Se preparó y salió camino a la escuela. Como ya era costumbre se encontró con Rafael de camino y le dio un poco de tristeza verlo tan feliz y saber que aquello no iba siquiera a tener un comienzo.
-Buenos días, Bonita -dijo acercándose para abrazarla y ella sintió ganas de llorar.