Luego de chatear con Rafael hasta bien entrada la noche del sábado, Érika se quedó dormida y amaneció emocionada. Iba a ser un gran día y no podía esperar a que llegara la tarde.
Pasó gran parte de la mañana ocupando su mente en pintar, para poder aguantar la alegría, y otra parte en los quehaceres de la casa porque… pues… tenía que hacerlos.
Cuando llegó la hora de prepararse Juana fue a visitarla y la ayudó a quedar perfecta, aunque antes de empezar tuvo que gastar unos buenos minutos convenciéndola. Al final, el pelo de Érika caía en cascada hasta su espalda baja, sus vaqueros se le pegaban al cuerpo contorneado su trasero y una camisa blanca con florecitas y ramitas verdes bordadas desde el área de los hombros hasta los pechos completaba el conjunto.
-Te ves muy bien -dijo su amiga desde la cama mientras Erika se miraba al espejo.
Era cierto, se veía muy bien y se sentía de la misma manera, pero era inevitable repasar su aspecto una y otra vez.
Estaba inquieta.
-Gracias -se sentó jugando con sus manos.
¿Le gustaría a Rafael cómo se veía? No sabía porque, pero sentía la necesidad de que así fuera.
-Estás muy nerviosa.
-Si, no sé qué esperar de esta tarde. Técnicamente es mi… primera cita -Juana sonrió con ternura.
-Espera lo mejor, porque seguro será increíble. Rafael es muy detallista y estoy segura de que se le debe haber ocurrido algo genial.
-Seguro -dijo -¿Cómo fue tú primera cita?
La chica se echó a reír.
-Fue un desastre. Ángel y yo hicimos un picnic y empezó a llover. terminamos mojados. Cada vez que me acuerdo de eso y me da risa -suspiró.
Ángel era el novio de Juana hace tres años, se veían muy bien juntos. De todos los chicos que le conoció Érika ese era (en su opinión) el más indicado para ella, por eso se sorprendió cuando de repente terminaron, pero en su defensa no fue culpa de ellos. Él tuvo que mudarse a los Estados Unidos y pensaron que la distancia acabaría con todo, así que lo dejaron antes.
-Lo extrañas -dijo viendo su rostro adaptar una mirada triste.
-Si, ya sabes que más que mi novio el era mi mejor amigo y… bueno, cuando nos despedimos… no pensé que iba a doler tanto.
-¿Sigues enamorada de él?
Esta se quedó en silencio y ese silencio además de darle respuesta a la pregunta dio cabida a una más. Si estaba enamorada de Ángel aún ¿Por qué ese empeño suyo de estar con Manuel?.
El sonido del celular interrumpió un silencio que se empezaba a alargar demasiado. Ambas miraron la pantalla del móvil que yacía entre ellas en la cama.
Érika volvió a ponerse nerviosa. Juana se levantó como un resorte y su rostro se transformó en un pestañeo.
-Contesta -le dijo a su amiga, pues esta miraba el móvil como si fuera algo peligro que no que debía tocar, al final, viendo que ella perecía estar en chock Juana tomó el móvil y se lo pasó luego de haber contestado ella.
Rafael le avisó que la estaba esperando en la puerta y la chica salió a su encuentro. Al bajar, lo encontró con una sonrisa que no pudo evitar devolverle.
-Hola- dijo dudando de que la hubiese escuchado.
Él se tomó unos segundos para mirarla de arriba abajo y luego empezó a acercarse dejándole claro lo que iba a hacer, ella lo espero con paciencia y tal vez, solo tal vez, se empezó a acercar también.
Al Érika tener a Rafael a unos centímetros de distancia el aire dejó de circular en su sistema, el perfume que llevaba la golpeó de forma violenta y cuando, luego de una eternidad, sus labios se unieron todo desapareció de su mente. Su cuerpo quedó sin capacidad de pensar lógica y racionalmente y lo único que podía hacer era sentir esa fiesta de emociones que inundaba su ser y reaccionar ante ella participando de manera activa en ese beso que parecía necesitar más que el aliento.
Él abandonó sus labios y unió su frente con la suya.
-Hola -dijo con la respiración entrecortada. -Estás hermosa.
-Gracias -respondió con esa timidez que solo sentía con él.
Su cuerpo aún estaba siendo recorrido por una corriente eléctrica.
De repente él se alejó y alzó la mano en forma de saludo a alguien detrás de ella. Érika lo miró extraño, pero comprendió todo al darse la vuelta y ver a Juana con los ojos casi saliéndosele de sus órbitas.
Había olvidado que estaba allí.
Durante unos segundos hubo un juego de miradas entre ellas en el que bien pudieron haberse dicho un millón de cosas, pero ninguna entendió a la otra.
-Bueno, ¿se van a quedar mirándome hasta que caiga la noche o se van a ir de una vez?- Rafael y Érika se miraron.