Pasaron unos pocos días en los que se repitió la misma rutina como si fuera una película que alguien había puesto una y otra vez.
Érika estaba otra vez en la escuela, pero hoy, a diferencia de otras veces, se sentó en el banco de siempre, sola.
Juana no había ido a clases y era la única persona con la que cruzaba más de diez palabras al día porque la consideraba una amiga, así que no tenía con quién hablar.
Los demás eran simples compañeros y le gustaba que fuera así porque no necesitaba más personas en su vida, creía estar rodeada de farsantes y no tenía ganas de empezar a explorar cuales lo eran y cuáles no, por eso prefería seguir hablando solo con Juana que decía las cosas a la cara sin importar qué. De ella no tenía por qué dudar.
Estaba jugando en su móvil cuando sintió que alguien se acercaba y levantó la vista.
Rafael la miró a los ojos y le sonrió alegre, como quien le sonríe a alguien que conoce de toda la vida. Ella permaneció mirándolo cuán hoja en blanco, sin ninguna expresión.
—Hola —dijo acercándose —¿Puedo sentarme?
Señaló el espacio vacío junto a ella y la chica dudó un momento. Lo había estado observando mucho últimamente, pero la idea de hablar con él la incomodaba porque sabía algo de ella que los demás no y esperaba que no quisiera sacar el tema.
Asintió en respuesta y lo vio tomar asiento dejando un espacio prudente de por medio, aunque aun estando esa gran nada entre ellos, la incomodidad se abrió pasó en su cuerpo.
—Quería pedirte perdón nuevamente por lo que pasó el otro día. La verdad es que soy un poco bromista y a veces me paso de la raya. No pensé que te asustarías así— se peinó el pelo con las manos.
—Está bien —se limitó a decir ella y siguió mirándolo. ¿Qué más podía decirle? Él no era la razón principal por la que había ido allí, ella salió de casa con esa dirección en mente y que lo haya chocado solo la ayudó a quitar toda duda de su cabeza, pero la decisión estaba tomada desde mucho antes.
—Imagino que ya sabes mi nombre, pero Igual… —extendió la mano y sonrió, otra vez. —Soy Rafael.
Érika lo miró unos segundos como tratando de descifrarlo y luego, le correspondió el saludo buscando que sus manos se tocaran lo menos posible. Más que un encuentro firme, sus pieles tuvieron un tierno roce que duró apenas unos segundos porque ella retiró la mano de inmediato. No le agradaba el contacto físico con todo mundo.
—Érika —dijo porque la situación lo requería.
—Eres tímida —afirmó él
—No —dijo con un tono seguro y él alzó una ceja.
—A mí me parece que sí.
—Pero no lo soy.
— ¿Y por qué llevo casi siete días aquí y no te he escuchado hablar con nadie más que con Juana?
La miró interrogante y ella se encogió de hombros. Estaba sorprendida de que se hubiese dado cuenta de eso porque cada vez que ella fijaba su vista en él parecía estar muy ocupado hablando con todo el mundo. Aun así, la sorpresa no se reflejó en su rostro. Siguió con gesto indescifrable.
—Deja de negarlo. Se te nota a lo lejos que lo eres, pero tranquila que a mí no me importa.
—No soy tímida —repitió ella con el tono cansado que usa una persona cuando ha dicho algo más de cinco veces. — ¿Qué quieres?
— ¿Cómo sabes que quiero algo?
Todos lo hacían. Se acercaban y lo único que querían era pedir algo de ella.
—Solo me lo imaginé y tú lo confirmaste— la sonrisa volvió a aparecer en su rostro.
En ese sentido eran totalmente opuestos porque ella apenas sonreía.
—Interesante— dijo sin borrar la sonrisa, luego sacudió la cabeza y se acomodó en el banco. —Necesito tu ayuda
— ¿Para?
—Terminar cuatro prácticas, estudiar para algunos exámenes y llenar unos cuadernos— fue enumerándolo todo.
Ella frunció el ceño.
— ¿Por qué tienes que hacer tantas cosas?
—Como sabes, soy nuevo, entonces los profesores me han puesto algunos trabajitos para tratar de ponerme una nota decente cuando acabe este período. El problema es que falta poco para entregar la notas y tengo demasiadas cosas juntas, así que no puedo con todo.
— ¿Y por qué me pides ayuda a mí?
—Juana me dijo que eras muy inteligente, dedicada, tomabas apuntes de todo y que podías ayudarme con las prácticas a cambio de dinero —se encogió de hombros —pero yo no quiero que me las hagas, quiero que me ayudes a llenarlas y a estudiar, imagino que sale más fácil con alguien que sabe del tema. ¿Puedes?
—No ayudo a estudiar a las personas.
—Por favor. Estoy poniendo de mi parte para aprender lo más rápido posible, pero no puedo hacerlo solo. Imagínate que pasaría si dan un examen sorpresa y no sé nada.
Allí nunca daban exámenes sorpresas por lo que Érika pensó que su preocupación no tenía mucha lógica, aunque le gustó la idea de que quisiera estudiar y no hacer como los demás que le dejaban el trabajo a ella y en los exámenes sacaban pésima nota.
#642 en Joven Adulto
#5789 en Novela romántica
romance y drama adolescente, ficción psicológica romántica, abuso físico emocional y superación
Editado: 26.06.2025