Al llegar a la escuela Érika buscó a Juana desesperada y se la llevó a un lugar alejado, pues no quería que Rafael la encontrara en cuanto llegara. Le gustaría no volver a verlo en todo el día, pero volver a casa no era una opción, así que solo se le ocurrió ir a la escuela. Ya se encargaría de evitarlo.
—¿Qué pasa? ¿Por qué llegaste así? ¿De qué te escondes?
—De Rafael.
—¿Rafael? ¿El que tú y yo conocemos?
—Sí, de ese Rafael —dijo con la respiración entrecortada.
Había llegado corriendo hasta allí y su cuerpo reclamaba oxígeno.
—Pero, ¿por qué? ¿Qué pasó? ¿Te hizo algo? ¿Tan mala fue la cita?
Negó con la cabeza.
—La cita estuvo increíble, pero no quiero hablar con él, el porqué es algo complicado de explicar así que, por favor, no preguntes.
Juana la miró con una ceja levantada como si estuviera pensando que estaba demente.
—Bueno, ya sabrás lo que haces. No es nada de lo que deba preocuparme, ¿verdad?
—No.
Ni siquiera ella sabía si debía preocuparse de lo que había pasado. Dios, había comparado a Rafael con Gabriel y luego se había ido corriendo como una loca, si había algo de qué preocuparse era de su salud mental.
—¿Sabes? sigo alucinando con el beso que se dieron en tu casa. ¿Sentiste mariposas en el estómago?
Ambas se sentaron en el pequeño murito del pasillo.
—Sí, sentí eso y muchas más cosas difíciles de explicar. Fue lo mejor.
Suspiró.
—Te gusta mucho.
Erika bajó la vista al suelo, sin saber si lo que iba a decir era bueno o malo.
—Estoy enamorada de él.
Juana sonrió.
—¡Lo sabía! Es evidente que lo estás, pero, ¿piensas darle una oportunidad si te la pide?
—Lo hizo ayer.
—¿En serio? Es increí...
—Y le dije que no.
La emoción que había en el rostro de su amiga se fue de golpe.
—Oh, ya entiendo porque te estás escondiendo, yo también lo haría si fuera tú.
Ella estuvo a punto de abrir la boca para decirle que no se estaba escondido de él por eso, pero no quiso derrumbar su teoría y tener que explicarle la verdadera razón.
—¿Puedo preguntar por qué lo rechazaste?
—Técnicamente, ya lo preguntaste.
—Bueno, ¿quieres responder?
—Todo es complicado con él. Lo quiero, pero… no creo que funcione, así que prefiero no ilusionarme ni ilusionarlo.
Juana soltó un suspiro de esos que aparecen cuando alguien está agotado de repetir algo una y otra vez.
—Nunca vas a saber si puede funcionar o no hasta que lo intentes. Con Ángel, me pasó y me arrepiento de no haber aceptado lo que sentía por él mucho antes. Si lo hubiera hecho, lo habría disfrutado más.
Se quedó pensativa por un momento y, luego, sacudió la mano para restarle importancia.
—Pero bueno, no quiero entristecerte con eso, sólo digo que pienses bien las cosas, porque al final tú eres quien decide y también eres quien, en un futuro, va a mirar hacia atrás para arrepentirse o para pensar que fue la mejor decisión que pudo haber tomado. Ah, y recuerda que, sin importar lo que decidas, aquí estoy.
—Ya lo sé, gracias —se acercó y le dio un abrazo.
Evitar a Rafael no le resultó porque en el curso él estuvo escribiendo papelitos para pasárselos y, en cuanto tocaron el timbre para salir a recreo, se le acercó.
—Necesito hablar contigo.
Ella evitó su mirada.
—No quiero hablar.
—Por favor, Erika. Mira, siento mucho haberme alterado de esa manera, no debí haberlo hecho y tienes toda la razón en no querer ni verme, pero en serio necesito hablar contigo. Después, si es lo que quieres, te dejo en paz.
—Bien, nos vemos en el pasillo del tercer piso a la hora del almuerzo.
Dicho esto, se marchó.
Las horas pasaron a paso de tortuga y cuando, por fin, en medio de una operación matemática, el timbre marcó la hora del almuerzo, Erika sintió que su corazón se agitó y miró a Rafael. Esa fue la primera vez que no entendió su mirada, y es que en esta no había ninguna emoción en específico, más bien, había un mar de ellas mezcladas unas con otras y no sabía cómo interpretar aquello.
...
—Mi padre se quitó la vida hace unos años —dijo Rafael yendo al grano de una vez.
Érika concentró toda su atención en él y lo vio pasar saliva. Se notaba lo mucho que le costaba hablar del tema.
—Y cuando nos conocimos, en realidad fui hasta debajo del puente porque quería irme con él… No contaba con que alguien que me había atropellado con su bicicleta momentos atrás, estuviera allí. No contaba con que me salvaras la vida.
Se quedó en silencio un momento.
#574 en Joven Adulto
#5521 en Novela romántica
romance y drama adolescente, ficción psicológica romántica, abuso físico emocional y superación
Editado: 17.06.2025