—Iré a tu casa por mis cosas —habló Erika llegando a Rafael. Él estaba guardando su cuaderno, ya que el timbre que anunciaba que era hora de ir a casa había sonado, y se giró para mirarla.
—¿Ya encontraste un lugar?
Ella asintió despacio, aunque apenas había hablado con la dueña de la casa para ir a verla.
—Eso era todo lo que quería decirte... Nos vemos —se dio la vuelta para marcharse, pero sintió que el chico tomaba su mano y la hacía girar. Algunos compañeros los miraron, incluyendo Alexandra, pero a Rafael no pareció importarle porque permaneció mirándola como si lo demás no existiera en ese momento.
—¿A dónde vas? ¿No se supone que vamos para el mismo lugar? Podemos irnos juntos. —Llevaban tres días sin irse juntos porque al estar en casa de Juana, Erika tomaba otro camino y, aunque lo extrañaba porque se había convertido en la parte más linda de su vida, era más que obvio que tenía otro interés y no quería estar en medio.
—Es que quedé en irme con Juana.
Él alzó las cejas.
—¿Buscas excusas para escapar? Juana acaba de irse.
Hizo un gesto con la barbilla y ella miró en esa dirección para encontrar a su amiga caminando con Manuel a cierta distancia.
—No... Se supone que no se iría sin mí —se acarició el brazo con nerviosismo. —No estaba intentando escapar.
Rafael sonrió.
—Me alegra saberlo porque francamente empezaba a creer que sí —tomó la mochila y le hizo un gesto con la mano para que avanzara. —¿Vamos?
Ella empezó a caminar sin decir nada.
Por primera vez, el silencio entre ellos no era uno de esos que uno desea que duren lo más posible, era uno intenso y cargado de incomodidad o, tal vez, solo ella lo sentía así porque Rafael llevaba las manos en los bolsillos y parecía de lo más despreocupado, como era normal en él.
Erika miró y recordó lo que le había dicho.
''Mi padre se quitó la vida hace unos años''
''Fui hasta debajo del puente porque quería irme con él''
''No contaba con que me salvaras la vida''.
¿Realmente iba a tirarse del puente?
—¿Cómo estás?
Él la miró extrañado, como si no esperara la pregunta en absoluto.
—Perfecto, ando bien en los estudios y en la casa... Todo pinta de maravilla y del fútbol no puedo quejarme. ¿Tú cómo estás?
Erika suspiró.
—Adaptándome. Es complicado despertar y darme cuenta de que estoy en un lugar donde no debería, pero eso es mejor que estar en mi casa.
—Sabes que si necesitas cualquier cosa puedes hablarme ¿Verdad?
Asintió.
—Lo sé, y lo mismo va para ti. Dudo que pueda hacer mucho para ayudarte, pero haré lo que pueda.
—¿Irás a la fiesta de esta noche?
—No, no me gusta esa clase de ambiente. Me quedaré en casa de Juana.
Rafael negó con la cabeza, mientras sonreía con diversión.
—A veces olvido que pareces preferir cualquier cosa antes que estar en medio de muchas personas. Todo lo contrario, a mí.
—Sí, tú casi nunca estás solo —soltó recordando que lo había visto con Alexandra en el recreo, pero no era solo eso, cada vez que había un trabajo en grupo las chicas se volcaban sobre él. Era el chico nuevo, el atlético, el que con una sonrisa podía cambiar el humor de cualquier persona. No las culpaba.
—¿Crees que eso es malo?
Erika encogió de hombros.
—Si te sientes cómodo en medio de muchas personas y no estás haciendo nada malo, yo no le veo el problema.
Él dejó pasar unos segundos de silencio antes de agregar.
—Yo si lo veo, y es que quien más me interesa a menudo no está entre esas personas.
Su mirada lo dijo todo en aquel momento. Le estaba hablando sobre ella y Erika sintió que su pecho se encendió y le quemaba. Aún le interesaba, aunque fuera un poco.
Quiso sonreír, pero se contuvo y dirigió la vista hacia el suelo.
Su mente le gritaba más que nunca que no podía estar con él, ahora no por miedo sino por... ¿vergüenza? ¿Quién podía creer estar con alguien que había pasado por lo que ella pasó? Él podría no darse cuenta ahora, pero luego vería sus marcas y huiría.
—Imagino que tú si irás a la fiesta.
Rafael negó con una sonrisa de lado.
—Estaba pensando en que podía ponerme a estudiar un poco, pero no sabía si ibas a aceptar ayudarme o no, de hecho, aún no lo sé.
—Hoy no puedo. Iré a ver la casa que quiero alquilar, así que estaré una buena parte de la tarde afuera, y considerando que son las cuatro... te saldría mejor estudiar solo que esperarme.
El chico permaneció en silencio unos segundos
—¿Puedo ir contigo a ver la casa? te puedo entretener en el camino, soy bueno contando chistes —le giñó un ojo robándole una sonrisa.
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romance y drama adolescente, ficción psicológica romántica, abuso físico emocional y superación
Editado: 19.06.2025