Silencios que matan - El rostro del dolor

Capítulo 28

Erika y Rafael iban de vuelta a casa de Juana. La noche apenas empezaba a caer, pero había cierta paz en el ambiente.

El chico iba tan perdido en su mente que apenas había dicho nada, por lo que el trayecto era el silencioso, pero eso a Érika no le importaba. Estaba feliz. La conversación que habían tenido le había quitado un peso enorme de encima, y ahora se sentía como antes, cuando bastaba con tenerlo cerca para que su mundo, aunque solo fuera por un momento, pareciera un poquito perfecto.

Estaban ya a dos esquinas de la casa de Juana cuando Rafael, como si despertara de un trance, la miró, pero aquella no era cualquier mirada, era una de esas que tienen una intensidad de rayos láser y son capaces de traspasar todas tus barreras.

—¿Por qué no puedes? —su voz, al contrario de sus ojos, era apenas un susurro, como si temiera que alguien pasara a su lado y lo escuchara.

—No entiendo a qué te refieres. ¿Por qué no puedo qué?

—El día de nuestra cita, íbamos caminando justo como ahora y te pregunté si querías estar conmigo, pero dijiste que no podías, ¿por qué no puedes?

Érika se quedó en silencio un largo rato. Sabía la respuesta a esa pregunta, pero no quería dársela. No quería que viera sus miedos, sintiera sus cicatrices y se compadeciera más de ella.

—No importa lo que digas. Cualquier cosa será mejor que esta duda que me está volviendo loco.

Erika dejó de ver sus ojos. Abrirse a él ya no le daba miedo, pero sí la hacía sentir vulnerable, y eso era peor, aunque luego llegara esa calma que le daba saber que no tenía nada más que ocultar.

—No estaba siendo sincera del todo contigo, y no era justo que te dijera que sí mientras te engañaba.

—¿Diciendo que me querías, cuando no era verdad?

—No —respondió sin pensarlo ni medio segundo —haciéndote creer que era una persona cuando en realidad soy otra. No sabías nada de mí y no podías quererme realmente porque te enamoraste de esa chica que te salvó, pero solo era esa chica en tu mente.

—Cuando dices que no te conocía realmente, ¿te estás refiriendo a lo que tu tío te hizo?

Asintió y pasó saliva antes de continuar.

—Sabía que eso lo cambiaría todo porque dejarías de verme igual. Las personas suelen idealizarte pensando que eres perfecta, y se decepcionan cuando ven que también tienes un pasado que esconder y un presente del que escapar. —Lo miró con esperanza, deseando que dijera que no, que a él no le había pasado igual, que Gabriel se equivocó todas las veces que dijo que nadie iba a quererla.

—Tienes razón, no te conocía realmente, pero en cuanto te abriste conmigo, lo empecé a hacer, y esa conversación sí lo cambió todo…

´´Lo sabía´´ pensó ella decepcionada.

—Ahora me gustas aún más.

—¿Hablas en serio? —La duda no solo se reflejaba en sus palabras sino también en sus ojos.

—Claro que hablo en serio. Por Dios, mírate, mira todo lo que has tenido que pasar y aún estás de pie. Eres mucho más fuerte de lo que jamás hubiese imaginado, y lo único que puedo hacer es admirarte.

Érika lo miró, incapaz de creer lo que oía, y detuvo el paso porque ya habían llegado a la casa de Juana.

—No sé qué decirte.

La verdad es que sí lo sabía. Era demasiado perfecto para haberse fijado en ella. Era un oasis en medio del desierto y había aparecido justo cuando ella comenzaba a morir de sed.

Él sonrió con ternura y ella solo pudo preguntarse: ¿Cómo era posible que sus ojos brillaban tanto?

—No hace falta que digas nada de inmediato. Aunque, en algún momento, me gustaría saber si ahora que sé más de ti y no tengo esa idea idealizada en mi mente, puedo obtener una respuesta diferente o sigues sin poder ser mi novia— Señaló la casa de Juana antes de volver a hablar. —Te dejo para que lo pienses. Buenas noches.

No esperó respuesta, simplemente sonrió y empezó a alejarse.

Érika lo observó, sintiendo cómo una parte de ella se alejaba con él. De repente, un vacío gigante se instaló en su pecho, por eso no lo pensó ni siquiera un segundo, porque habían pasado ya tres días en los que lo había hecho de más. ¿Cómo sería ser tu novia? ¿Qué se sentiría? Eran preguntas que no salían de su mente y sólo tenía una cosa clara: deseaba con todas sus fuerzas poder averiguarlo.

—¡Rafael! —El chico ya iba a una distancia prudente, pero se detuvo al escuchar su voz y se giró para verla, mientras ella comenzaba a correr en su dirección.

—La respuesta sería sí —dijo Érika al tenerlo delante. —Sí puedo y quiero ser tu novia.

Rafael se quedó estático unos segundos, luego, sin previo aviso, la estrechó en sus brazos como quien abraza a alguien que no ve desde hace años. Érika sintió que, por fin, todo estaba perfecto, porque ni Gabriel ni nadie podría romper la felicidad que sentía a su lado.

Se separó para verlo a los ojos y él le sonrió mientras entrelazaba sus manos. Entonces, las últimas semanas de su vida pasaron frente a sus ojos, pero de una manera diferente a como siempre lo hacían. Esta vez, los recuerdos no dolieron, porque solo recordó lo bueno: las risas, las caminatas a la escuela, las conversaciones. Rafael hacía que su vida fuera más linda en todos los sentidos.




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