Silhouettes

Estoy arta

-¿Por qué dices eso?, ¿Acaso me espiabas mientras leía?- cambié mi tono más vacilante y con una sonrisa cómplice que ella indentificó al ipso facto. 

-Valla caes muy fácil, ahora sé que lees libros de amor juvenil y todo eso, pues yo también y no es algo que me avergüence.

-Cielo santo,¿Eres hija del diablo o algo así? Porque acabas de acertar. - exageré.

Al cabo de unos minutos sonó el tan esperado timbre de descanso, me levanté sin ánimos y saqué mi mochila de la mesa, salí de primera para evitar problemas con las hormigas descerebradas y me dirigí a la cafetería.

Llegué a mi lugar favorito y pedí un café sin azúcar con unas frituras. Caminé hasta el bosque de la universidad y me senté en el árbol más frondoso que había.

Puse mis audífonos en mis orejas y saqué mi libro de toda la vida.

-Capítulo 57: la despedida. 
Me sumergí en el maravilloso mundo de la lectura cuando de imprevisto agarraron mis audífonos.

Me sobresalté del susto y caí del árbol para golpearme en el barranco, el jodido Rutter se las había ingeniado para cagarme el momento de paz. Ya con la cólera hasta la punta de mi cuerpo tomé mi libro y mis audífonos, rellené mi boca del café amargo, con una mentalidad asqueada de aquel acto bajo de Rutter, me dirigí hacia él y expulsé todo el líquido en su cara sin ningún tipo de culpa.

Este y los que lo acompañaban se quedaron perplejos ante lo que había hecho incluso Yang que estaba al otro lado del árbol, ella había visto aquella situación. Ahora sólo quería irme de ahí y volver a la normalidad porque si escuchaba un berrinche de ese imbécil explotaría y habría una gran discusión en este momento.

Volteé como siempre lo hago, puse mi capota en la cabeza, necesitaba algo para olvidar todo este karma y sufrimiento que me hacia pasar la universidad.

Había jurado de que no volvería a tomar un cigarrillo en mi vida pero necesitaba despejar la mente ya. Recurrí a mi viejo casillero del bachillerato, tomé la vieja cajetilla de cigarros y la adentré a mi bolsillo junto con un mechero desgastado que amenazaba con estallar en cualquier momento.

Caminé al abandonado bosque en el que solía jugar de pequeña, cuando aún vivía mi inocencia plena y nada de estos jodidos problemas afectaban mi mente.

Me senté en el húmedo y frió suelo, detrás de un árbol para no ser vista por los supervisores, saqué la cajetilla y la mechera, tomé el cigarro entre mis dedos y con la otra mano lo encendí, lancé el mechero lejos de mi para que no explotara como antes había mencionado. Le di una primera calada que me hizo pasar un mal rato pues se me había olvidado por completo cómo fumar, a la cuarta calada sentí una paz interior que era lo que brindaba la maldita droga.

Mi mente estaba vagando en viejos recuerdos, veía pasar toda mi vida por mis ojos. Perdí el conocimiento por unos instantes hasta que un pequeño sonido de mechero me desconcertó.

Abrí los ojos poco a poco y los rodee hacia la derecha, de sorpresa Yang se había sentado a mi lado, también estaba fumando un porro, sabia usarlo por lo que puedo intuír de que no era su primera vez.

-Que buen lugar para fumarse unos porros- dijo ella con la mirada fija en el cielo y expulsando el humo del cigarro.-¿Quieres más?-preguntó extendiéndome una cajetilla de cigarrillos de muy buena calidad y nada viejos si es que eso era tabaco 

Primero miré la cajetilla y luego la miré a ella, su rostro era totalmente inexpresivo. Sin darle mucha vuelta al asunto, agarré uno, ella me dio el mechero y lo prendí dándole una calada honda que me sabía a gloria.


-¿Desde cuando él te molesta?- preguntó ella apoyando su mano en el frió suelo quieriendo iniciar la conversación.

-Desde hace mucho- me acomodé a decir.

-Vale hagamos un trato, yo te cuento algo sobre mi y tú, me cuentas algo sobre ti.

-¿Por qué debería contarte mi vida?- pregunté prepotente y sin ganas de empezar una conversación.

-Créeme, el desahogarse es una de las mejores tácticas para liberar malos pensamientos.- respondió serena y convincente.

Tenía razón, sí me desahogaba sería acompañada de llanto y berrinches de una niña de cincos años que le quitaron su estúpido juguete. Pero no estaba dispuesta a seguir guardándome todo esto.

-Estoy harta.-Confesé en seco.-Es muy jodido soportar tanto tiempo de la misma mierda y que trates de defenderte pero lo único que haces es hundirte más en el problema.- respondí e inmediato llevé el cigarro a mi boca.

Sentía un cosquilleo en mis ojos, una pequeña lágrima salió de mi arrebatandome el ego que tenía en ese momento.

No me precipité a llorar, guardé la calma y normalicé mi respiración.

-Él gusta de ti-agregó ella sin un pelo de gracia.- O sólo está obsesionado.



#11097 en Thriller
#6341 en Misterio
#26245 en Otros
#2093 en No ficción

En el texto hay: asesinatos, violencia, groserias

Editado: 10.11.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.