Silur despertó durante la madrugada algo inquieto. A su lado seguía tan concentrado como estaba hacía más de diez horas, Razelión, conduciendo. Kiremas dormía plácidamente.
—¿No has dormido?
—Quiero llegar cuanto antes, además no estoy cansado.
—Voy a quedarme despierto para cambiarte el lugar, cuando lo estés.
—No mientas —miró a Silur de reojo un momento sonriendo y continuó atento al camino—, no puedes dormir, por eso te vas a quedar despierto. ¿Qué soñabas? Se te notaba nervioso.
—Yo no sueño —dijo seriamente mirando las estrellas a través de la ventana del copiloto. La noche estaba despejada y cálida, bajó el vidrio para disfrutar el viento en su cara. El clima de Gelir en el valle es muy diferente a las cumbres del norte.
—Todos sueñan. Quizás no lo recuerdes al despertarte, pero si lo haces.
—Entonces no lo recuerdo —dijo categórico mientras el viento despeinaba su pelo negro, corto. Era mentira, sin embargo; Silur tenía un sueño recurrente: Un círculo carmesí, plagado de símbolos y escritura en un idioma con un alfabeto desconocido.
—A que yo sé que es lo que soñabas.
—No podría decirte si es así.
—Es un círculo rojo, lleno de garabatos incomprensibles para ti —sonrió confiado y quedó en silencio.
—¿Cómo lo sabes?
—Es un secreto.
—¿Eres taumaturgo? —lo miró desconfiado. En el crisol siempre les habían inculcado a desconfiar de los poderes que no venían de la diosa.
—Algo así. Quizás algún día te cuente con detalle... ¿Sabes?, he tenido conocidos que tenían la misma situación que tú. Se liberaron de ese molesto sueño con el arte —continuó tranquilo.
—¿El arte?
—Si. Empezaron a hacer dibujos de lo que veían en su sueño. Eventualmente lo superaron.
—¿Cómo puede ser que...?
—No sé —interrumpió adelantándose a la pregunta—. ¿Quién sabe como funciona la mente? Es un misterio —quedaron en silencio un momento. Razelión lanzó una mirada de concentración y seriedad al frente y volvió a sonreír—. Ya casi estamos...
Llegaron al Bosque Oscuro a las 4 AM, exactamente como Razelión lo había predicho el día anterior. Habiéndose adentrado unos kilómetros, disminuyó la velocidad y frenó en medio del camino, con tupidos árboles a diestra y siniestra.
—¡Despierte, soldado! —gritó Razelión a Kiremas para que se baje del Star. Éste se despertó en seguida y se tomó la frente como si tuviera resaca.
—A la orden... —dijo estirándose y bajando a buscar sus armas.
—Este no es un buen lugar para estacionarnos —murmuró Silur preocupado—, si hay algo más peligroso que atravesar el bosque de noche, es permanecer inmóviles en el bosque, de noche —tomó su espada y la enfundó en su espalda, igual que su compañero.
—¿No serían capaces de matar cualquier animal salvaje o monstruo que pudiera aparecer? —respondió confiado.
—Que estemos seguros de ganar, no significa que nos busquemos tener que pelear.
—A mi si se me antoja matar algo, Silur, quiero un trofeo digno para mi uniforme de Gelir; una piel de lobo, de oso... o un colmillo de araña gigante, dicen que traen buena suerte.
—Los antiguos decían que "era una suerte" tener un colmillo de araña gigante, porque de él se puede obtener suficiente antídoto como para varias picaduras de tarántulas. La única protección en la que debemos confiar, es en la de la diosa, Kiremas.
—A mi me agrada su actitud —lo alentó Razelión—. Ve a buscar leña para que comamos algo y luego continuaremos hacia nuestro objetivo. No sé si se los habré dicho; pero luego de terminar aquí ya no seré su jefe, sino simplemente su compañero.
—¿A buscar leña?
—Claro. De paso ves si encuentras algo para matar. Silur y yo nos quedamos aquí, por mi seguridad —sonrió cínicamente.
—Si, claro —respondió sorprendido—, estaré de vuelta en un momento —desenfundó su espada y se adentró entre los árboles algo molesto, mientras Silur y Razelión charlaban mirando las criaturas del bosque moverse entre las sombras.