—¿Me expliqué con claridad?
—Demasiada.
—Bien, Silur, entonces entenderás que no había nada personal en lo que hice; esa era mi misión.
—No lo justifico, pero te respeto. Cuando pensé que solo improvisabas y hacías las cosas sin pensar, en realidad estaba formando parte de tu plan.
—Solo se dieron las condiciones correctas, no planeé todo.
—¿Cuál es tu... —pensó un momento haciendo una mueca de confusión— "asunto" conmigo? ¿Por qué era tan importante para ti traer a Arcalis al mejor guerrero del crisol?
—¿Importante para mi? Importante para el maestro, dirás. Solo eran mis instrucciones, Silur. Asegurar el objetivo y transportarlo a Arcalis para que sirva a la causa.
—¿Estás escuchando lo que dices? —replicó indignado frunciendo el ceño— ¿Crees que voy a servir a Xephagón, siendo que toda la vida fui seguidor de la diosa?
—Eso es parte del pasado, Silur. Las alianzas cambian, la guerra, la estrategia; hasta la gente cambia por completo a veces. Deberías considerarlo, porque tengo que decirte algo sobre tu familia.
—¿De qué hablas? ¿Conociste a mis padres?
—Razelión bajó la mirada—. No, lo siento. Me hubiera gustado poder decirte algo sobre ellos, pero lo único que es seguro, es que ellos hicieron un pacto oscuro, o tuvieron antepasados abisales; por lo que eres, al igual que yo, un abisal y te debes a las ordenes del maestro —palmeó a Silur en el hombro.
—No puede ser —sintió un nudo en la garganta.
—Supongo que preferías cualquier otra cosa.
—¡No puedo creerte! —Se llevó las manos a la cabeza.
—Lo sé, no esperaba que me creyeras tan fácil. Mira tu antebrazo izquierdo.
Silur miró la expresión confiada y sincera de Razelión, intuía que no mentía; pero necesitaba creer que todo era una elaborada maquinación para que se uniera a él. Tomó la manga izquierda de su uniforme y la subió a penas un poco. Tenía miedo de enfrentar la realidad, de que todo fuera verdad. Subió un poco más, soltando un leve temblor que no pudo esconder. Con esfuerzo, tragó saliva, hizo una mueca dura y levantó la manga hasta el hombro de una vez.
—¡Mierda!
Su brazo tenía lo que parecía un tatuaje violeta con forma de un dragón enroscado
—Como ves, no miento.
—¿Cómo pudo suceder?
—Una vez que saliste del crisol, tus poderes abisales se empezaron a manifestar. Tú sabes que aquellos que portan las marcas, son parias para la diosa.
—Yo jamás... —suspiró hondo intentando tranquilizarse. Veía su brazo como si no fuera propio, aún con disgusto, como si una gangrena lo infectara— jamás desobedecí los designios de la diosa... —continuó—.
—No lo pierdas, es tu ticket de entrada cuando estés listo para la otra vida —se rió intentando calmarlo.
—¿Eres acaso un monstruo? Acabo de enterarme que mis antepasados fueron herejes, y que ahora no voy a poder unirme a la eterna luz al morir, ¿Y a ti se te ocurre hacer chistes?
—Lo siento, creo que te dejaré solo un momento para que pienses —respondió Razelión y se levantó camino a una puerta cercana.
—¿Dónde vas?
—A mi habitación. Si necesitas algo, avísame —dijo con seriedad sin volverse a verlo, y se encerró con llave.
Silur se quedó mirando su antebrazo. Pasó el dedo índice de la mano derecha por sobre él y luego se tapó la cara con frustración.
Ahora que tengo la marca del abismo ya no puedo volver al crisol... ¿Será este acaso mi verdadero destino?