Silur de Gelir: La llama del abismo

Darren Arveux

Razelión hizo señas con los brazos llamando la atención y gritó hacia donde se había escuchado la detonación:

—¡Gran disparo!

Se llevó la mano a la frente para tapar el sol, que a penas lo dejaba distinguir la silueta.

Se bajó de un árbol un hombre de aproximadamente cuarenta años; con barba candado; pelo algo gris corto cubierto con un sombrero alto, con ala ancha, de cuero; y un rifle de francotirador de gran calibre bajo el brazo. Miró hacia todos lados y se acercó caminando despacio hasta ellos.

—Gracias.

Hablaba con un tono tranquilo, y la voz muy baja.

—¿Qué estabas pensando? ¿Y si fallabas y me pegabas a mi? ¡Además esos tipos se estaban rindiendo! —comenzó a quejarse Roxanne mirándolo a los ojos furiosa.

—¿Y qué? ¿Los querías dejar vivir? —le contestó el tirador devolviéndole la mirada calmado.

—¡Claro que no! Los hubiera interrogado, torturado, y luego asesinado con mucho dolor. Ahora no sabremos por qué nos atacaron.

—No los atacaban a ustedes, me buscaban a mi. He tenido problemas con una banda de motociclistas que pasó por aquí hace unas noches; tuve que cargarme a una decena de ellos. Parece que querían venganza.

—¿Por qué?

—Arrollaron a un niño, y quedó muy lastimado.

—Bien, eso no es muy justo. Ellos lastimaron a un niño, y tú mataste a una docena de ellos —respondió Razelión confundido.

—Es cierto, debería haber matado más... ¿Ustedes son...?

—Si.

Darren miró su casa, llena de agujeros de bala y prendió un cigarro, aparentemente tranquilo.

—Lo siento por tu casa —dijo Silur.

—No hay cuidado. El que no tiene nada que perder, no tiene nada que llorar. Ahí adentro solo había alcohol y un par de muebles. Puedo salir adelante.

—¿Cómo puede ser que no te interese?

—Bueno, no es que haya perdido mucho de todas formas —interrumpió Roxanne, irónicamente, y se rió.

—Así es la vida...

Su respiración era tan tranquila, aún después de haber visto morir tanta gente, que si uno la sentía de cerca mucho tiempo te daban ganas de dormir. Silur aguantó las ganas de bostezar.

—Es una linda máquina la que conduces, chico. Es un clásico. Lástima que esté tan modificada —continuó, mirando al deslizador.

—De fábrica estos ni siquiera flotaban. Ya no existen partes originales para este modelo —contestó Razelión.

—Me refería al blindaje... y al motor raro que le pusiste.

—¿Motor raro?

—Un motor solar no es lo mismo que un viejo sistema de combustión interna: el ronronear, la vibración en la cabina, el olor a combustible... —sus ojos casi inexpresivos soltaban pequeños brillos de nostalgia.

—Así es mejor, créeme. Ahora creo que podemos seguir nuestro viaje. Arriba todos —hizo una seña mientras se subía al asiento del conductor.

Continuaron el viaje hacia la mina abandonada, mientras se conocían. Darren era de pocas palabras, pero mucho más respetuoso de lo que podría parecer. Era humilde, aún siendo que era el mayor del grupo. Confiaba en las habilidades de sus compañeros, y era un creyente del trabajo en equipo.

—¿Y cuáles son tus poderes abisales? —Silur rompió el silencio a la mitad del viaje.

—Yo no soy abisal.

—Entonces... ¿Por qué vienes con nosotros? —respondió sorprendido.

—¿Sabes que hay otras razones para matar además de que te lo ordene alguien a quién le debes obediencia?

Roxanne y Razelión permanecían callados, escuchando su explicación.

—¿Por qué mata una bala? —continuó.

—¿Porque la disparan? —respondió Silur.

—Si, más o menos... es más complejo. A una bala se le imprime energía con un vector. Las balas no cambian su camino en el aire, ni se detienen porque sí... solamente cuando se quedan sin energía. Creo que soy como una bala.

—¿Sientes que fuiste obligado a llevar esta vida?

—Nadie puede obligarte a vivir esta vida, Silur —interrumpió Razelión.

—No sé hacer otra cosa. Amo hacer esto porque lo hago con mucha destreza, y llena mis bolsillos —respondió Darren.

—Hablando de eso... —Silur miró a Razelión—. ¿Por qué nosotros no recibimos dinero por hacer esto?

—Porque esto para Darren es trabajo, para nosotros es deber, recuérdalo.

—¿Para qué quieres más dinero de todos modos? No creo que sean pobres, viajando en un Shooting Star que levita. Te doy un consejo, muchacho: Más dinero = Más problemas.

Continuaron escuchando un poco la radio hasta llegar a la mina abandonada de Arcalis y bajaron allí.



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En el texto hay: thriller, accion, fantasia oscura

Editado: 19.03.2019

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