Habiendo ya explorado varios de los túneles de la mina, llegaron a una sala grande, llena de equipo de minería inservible, maderas podridas, y un autómata minero de aproximadamente dos metros de alto sentado, abandonado en el lugar. El autómata se veía como un gigante, humanoide, inexpresivo, fornido, con un taladro hidráulico empotrado como mano izquierda y dedos con movilidad fina en la derecha.
—Parece que aquí es el fondo de la mina... aquí se deben haber dado cuenta que ya no habría más oro en adelante, y dejaron de cavar —dijo Razelión algo nostálgico, probablemente pensando en la gente que perdió su trabajo por esa razón.
—Si, y dejaron todo aquí mismo. Mira, hasta un robot minero —acotó Roxanne.
—Es un modelo viejo, probablemente se iban a deshacer de él de todas maneras, y cuando se llevaron todo, ni se molestaron en llevarlo.
—Sabes mucho de esto, Raz, ¿Trabajaste en la mina? —Lo miró sonriendo socarronamente la súcubo.
—No. Es solo que... vivo en Aurum hace tiempo, todos los que vivimos aquí conocemos un poco de lo que hizo importante a nuestro distrito en el pasado.
—Yo no —interrumpió Silur en tono de broma.
—Tú no cuentas; vives aquí hace poco...
Un súbito ruido de piezas mecánicas activándose y un tenue brillo que emanaban desde el autómata cortó el ambiente relajado.
—"Protocolo de defensa del área de trabajo activada. Personal ajeno a la compañía detectado. Desalojen el lugar o serán desalojados por la fuerza" —comenzó a recitar el aparato con un tono flemático, casi incoherente con la amenazadora frase.
—Bien, tú eres un autómata... —comenzó a hablar Razelión, calmando a todos con señas—, seguro tienes alguna clase de código para entenderte con nosotros. Un momento... —pensó un segundo y continuó— "¿Anular procedimiento de seguridad?".
—"Protocolo de defensa del área de trabajo activada. Personal ajeno a la compañía detectado. Desalojen el lugar o serán desalojados por la fuerza" —repitió el robot minero volteando hacia él.
—¡Nivel de acceso alfa! —siguió intentando con algo de nervios, viendo al gran armatoste de metal levantándose sobre sus piernas.
—¡Ustedes no tienen acceso alfa, mentirosos! —respondió el robot, menos automático de lo que sonaba antes, cuya voz sonaba ahora molesta.
—¿Mentirosos? —Razelión miró a sus compañeros asombrado por la forma de expresarse del robot y volvió a dirigirse a él—. ¿Por qué no nos pediste nuestras identificaciones?
—Porque no los conozco. He estado en esta mina por años, y nunca los he visto. Ustedes no deberían estar aquí, igual que los hombres malos que intentan llevarse lo que no es suyo. —respondió con un dejo de humanidad e inocencia sorprendente en la voz mecanizada.
—Es increíble... —murmuró Razelión mirando a sus compañeros, que estaban igual de atónitos que él, y habían dejado de lado la idea de que fueran a tener que recurrir a la violencia con el extraño ocupante—. Bien mira —continuó en voz alta, mirando al robot minero, que los escuchaba con curiosidad, ya que eran los primeros "saqueadores" que no intentaron destruirlo para llevarse lo que podían del lugar—, nosotros no vinimos a llevarnos nada de aquí... —recordó su misión y volvió a formular la frase— nada que no nos pertenezca, al menos... es algo que... que está aquí hace mucho tiempo... antes que vinieran aquí a buscar oro.
—¿No es de la compañía lo que se quieren llevar?
—No. Es una esfera de cristal rojiza. ¿La has visto?
El autómata se quedó pensativo un momento y abrió una ranura en su pecho, donde había el espacio de una batería, ocupado por la esfera.
—¿Esto es suyo? —señaló la brillante gema. Su voz mecanizada pareció expresar miedo.
Razelión continuó.
—Si, es nuestro. Lo estamos buscando hace mucho tiempo.
—No puedo dárselos. Es mi fuente de poder. Si lo hago, no podré moverme, y eventualmente mis sistemas se apagarán —dijo con un tono triste—, desde que mi batería se acabó tuve la suerte de poder usar esto para mantenerme funcional.
—Pero... ¿Qué hiciste todos estos años? Nada más que proteger la seguridad de los bienes de la compañía, ¿Cierto? Bueno, esa esfera que tienes es nuestra —lo miró de arrriba a abajo para encontrar como llamarlo. Uno de los indicadores de poder en su pecho ponía "MAX"—, ¿Max? ¿Puedo llamarte así? Mira, eso que tienes es nuestro, Max. ¿No serías un ladrón como los que tan mal te caen, robándonoslo, cierto?
—Yo... no quise quedarme con esto, pero la necesito. —volvió a sonar triste.