Silver

Capítulo 1

SILVER

-¿De verdad qué no te quieres venir a cenar a casa? Seguro que Moncarra ha preparado comida contando contigo y los niños estarán contentos de que su tía Silver vuelva a contar sus relatos.

-Es demasiado abusar cenar todos los días en vuestra casa, Vigo. Me quedaré en mi casa, no te preocupes, estaré bien.

La casa en cuestión era el segundo piso de la herrería donde trabajaban los dos. Una herrería que se encontraba al comienzo del pueblo, situada para que los caballos sin herradura no hicieran ruido en el resto del pueblo. Diez años atrás Moncarra y Vigo vivían con ella, pero con el nacimiento de dos parejas de gemelos tuvieron que coger una casa más grande en el pueblo. Desde entonces solo Silver vive en la propia herrería.

Viviendo allí, lo que hacía era levantarse temprano antes de que llegarán los primeros clientes o se pusieran manos a la obra para así poder fabricar todos los diseños que tenía en la cabeza. Ahora mismo, mucha gente del pueblo se beneficiaba de esas ideas rompedoras y de este modo se había ganado el respeto de todos. Y para una enana que había dejado sus montañas y su clan para vivir rodeada de humanos es lo mejor que le podía pasar.

Cuando ya está anocheciendo, enciende un candelabro de su habitación para poder volver a leer la última carta de su hermana respecto a sus sobrinos. El mayor hacía un año que se había independizado y ahora mismo está creando nuevas galerías subterráneas. La mediana está aprendiendo a usar el hacha como arma y a la vez que aprende los trucos del martillo en la forja. Y el más pequeño se dedicaba a ir corriendo por todos lados con hacha de madera pensando que está rodeados de homs

Nada más terminar de leer la carta, sopla las velas y se tumba para dormir. Hasta que tres duros golpes en el portalón de la herrería la hacen levantarse.

En el umbral, su cuñado con la cara totalmente machada por el polvo de la carretera y con ojeras de no haber dormido bien.

-Beue, ¿qué haces aquí?

-Silver, han hecho una nueva expedición para recupera Rocker. Rodrick se va a ir con ellos. No te lo pediríamos nunca, pero tú fuiste de las únicas que has vuelto de esas montañas. Por favor, tráenos a nuestro hijo de vuelta. Y se echó a llorar.

-¿¡Tu hijo mayor es gilipollas o qué le pasa!? De la última expedición solo volvimos vivos dos de trescientos. Los dos vivimos fuera de las montañas por una razón. Él sabe que perdimos mucho en esas malditas montañas.

-Lo sé, pero no nos hace caso. Dice que esta vez será distinto, que lo tienen más estudiado. Son más de mil; además el segundo hijo del rey de los enanos y su guardia están entre ellos. Van a salir dentro de semana y media -las lágrimas que le caían por la cara convierten el polvo en barro-. Su cuñado nunca ha llorado pero esta vez es desesperación.

-Déjame despedirme de Moncarra y Vigo para que me cuiden la herrería. Cogeré lo que necesito mientras tú descansas. Partimos mañana por la mañana. ¿Habrá algún problema por que vaya una enana más?

-Por lo que se ha enterado tu hermana puede ir cualquiera, humanos, elfos y enanos, todos son bienvenidos. Yo iría, pero…

-Tienes dos hijos más a los que cuidar, Beue. Yo cuidaré de vuestro hijo y lo traeré de vuelta, aunque me cueste la vida. Has hecho bien en venir.

Beue suspira de alivio. Alguien cuidará de su hijo dentro de las Rockers.

REGIMIENTO POK

Un jinete llega a la carrera cruzando la avenida principal del campamento militar. El capitán de los mercenarios sale a recibirlo.

-Capitán, se dice que los horms han conseguido pasar por el norte.

-Díselo a los generales.

-Ya se lo he dicho, pero no me hacen caso.

- ¿Y por qué a mí?

-Usted es el único que puede llevar a su compañía sin responder ante los esos generales.

-Pero si han pasado por el norte la única forma de pararlos es llegar antes al Desfiladero Rocker y para llegar antes... -empieza andar deprisa hacia su campamento- tenemos que salir a marchas forzadas ahora mismo -y empieza a correr- avisaremos cuando empecemos a luchar.

- ¿Cómo?

-El Cuerno de Pok.

La salida del Regimiento Pok no fue espectacular, más bien casi a hurtadillas. En menos de tres horas recogieron el campamento que tenían al lado de las murallas y se estaban desplazando a marchas forzadas, todos a pie. Cualquier estratega militar estaría anotando cómo se hace.

Horas después, los generales del príncipe se enteraron de que ese Regimiento había salido rumbo al oeste, hacia el Desfiladero de Rocker. Y ese era el Regimiento mercenario que tenía el Príncipe a su mano.

No era una marcha bonita: cada soldado a ritmo infernal, portando todas las armas que pudiera, a la vez que soportaban un aire congelado que dejaba la garganta en un estado precario. Sólo se detenían tres veces a lo largo del día, con menos de una hora de descanso en cada ocasión, excepto por la noche que eran seis. En la octava jornada consiguieron su objetivo, el desfiladero Rocker, sin ningún avistamiento de horms cerca del desfiladero.

Cuando llegaron, y a pesar de los gritos de sus sargentos, los cansados hombres tiraron al suelo sus mochilas y descansaron media hora.




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