Silver

Capítulo 2

SILVER

Un anciano sentando de forma totalmente extraña está en uno de los laterales del camino. Ojos cerrados, barba gris, las manos en las rodillas, parece estar meditando. Mi tía Silver se separa de la caravana para ir a verlo.

-¡Silver! Si abandonas la caravana ahora, solo podrás ir al final de todo. Ningún vagabundo merece que tragues polvo – le indica el príncipe.

-Si tanta prisa tienes en morir puedes correr si quieres, si no fueras que matarías a mi sobrino por el camino – gruñe mi tía. Solo la oigo yo y doy gracias. El príncipe seguro que la habría castigado por ser tan agorera.

-Tía no tendrías que haber venido conmigo.

Me manda callar con la mano. Se agacha ligeramente para estar a la altura del mendigo.

-¿Tú también vienes viejo amigo?

El vagabundo abre los ojos. Dos mares se encuentran dentro de ellos, lo que da miedo a cualquier enano de bien.

-Hicimos una promesa antes de bajar de esa montaña. Si quieren matarse por mí bien, pero no dejaré que lleven a la perdición a mi familia. Ya lo hicieron una vez, no habrá dos.

Dicho lo cual se levanta demostrando unas túnicas que no son de un vagabundo cualquiera. Grandes colores conforman su tejido; están manchas por el polvo del camino, pero se nota que provienen de un gran telar, el telar elfo. Son túnicas de mago. Coge una enorme mochila igual que la de mi tía. Sonríe.

-Además necesitáis un mago para enfrentaros a lo que hay dentro.

-Estamos preparados para enfrentarnos a los trolls. No tenemos miedo.

-Chaval, lo que hay allí, no son trolls, para nada. Ni homs, ni nada que conociéramos. Es peor. No sé lo que intenta el príncipe.

-Pero toda ayuda es bienvenida – le interrumpe mi tía.

Estamos esperando que pase toda la caravana. Mientras tanto se dan un abrazo, ella se pone de puntillas, él se agacha un poco

-Espero que no encontremos nada de ella, dice mi tía. Viejo amigo llevas una mochila tan grande como la mía.

-Toda magia es poca para las Rockers. Por lo que veo que tu piensas igual con respecto a tus inventos. Espero no encontrar nada de ella.

Mi tía le lanza un gruñido como respuesta. Otra vez ella. No sé quién fue, pero consiguió mucho afecto de mi tía y de su amigo.

REGIMIENTO POK

Dolor, mucho dolor. Es lo único que me pasaba por la cabeza y lo único que sentía. Dolor, mucho pero que muchísimo dolor. Las piernas las tenía atrapadas debajo del escudo; debajo de las piernas estaba mi estómago. Encima el escudo había algo enorme y pesado que no podía quitar, es decir, estaba totalmente atrapado. Hacía tiempo que el brazo izquierdo con el sujetaba el escudo lo había dejado de sentir por las piernas y el propio peso en el escudo. Por el brazo derecho sentía como me gotea poco a poco la sangre de una herida que tenía en el codo. En la boca tenía un sabor metálico no se me iba por mucho que escupiera.

La lanza que había sujetado con ese mismo brazo reventó en el primer impacto con la caballería de horms (es la primera vez que vemos a horms montados a caballo) y una de las astillas se había clavado en la parte de atrás del codo. De lo que paso después no me acuerdo mucho porque se me cayó el mundo encima del escudo y no vi nada.

Y de repente todo el peso se aligera. Encima del escudo no hay nada de peso. Y una voz bastante conocida me grita:

-¿¡Cuánto tiempo quiere estar allí tumbado soldado!? ¡No tengo todo el día para ir rescatando tu culo seboso de tus líos!

-Sargento me alegro de verle- digo mientras vuelvo a escupir.

-¿¡A qué coño esperas médico!? ¿¡Quiere que le inviten los horms para curar a mis soldados!?

Ese era mi sargento. Él nos grita siempre, pero nos cuida mejor que nuestra propia madre. Con él al mando de nuestra unidad que tiemblen los horms.

Mientras me curan le pregunto:

-¿Qué tal vamos sargento?

-Mal, jodidadamente mal. Con esta tercera tribu ya tenemos a la mitad de la compañía herida o, peor, muerta- la mirada fija esperando otra tribu -Si no llegan de una vez por todas el resto del ejército perderemos el desfiladero.

Si no grita es que estamos realmente mal.




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