RODRICK SOBRINO DE SILVER
A la mañana siguiente me di cuenta de que el relato me sonaba. Puede que fuera verdad que mi tía me lo contará y lo olvidará en su momento. Mal detalle para mi memoria olvidar que no debía entrar en las Rockers.
Desayunamos los tres juntos y nos reunimos con el resto de los exploradores. El Príncipe ya había decidido y organizado los dos grupos que salían ese mismo día. Los dos túneles que había elegido para explorar, por lo que me comentó mi tía ayer, son los últimos en los que desapareció gente. Parece ser que ellos si sabían más de lo que aparentaban de la anterior expedición. Los rumores que habían propagado simplemente tenían la función de que vinieran más gente.
A nosotros nos tocó uno de los grupos, mientras que el núcleo duro del Príncipe (como me atrevo a llamarlos en privado) se quedarán esperando noticias. Cada expedición sale con más de ciento cincuenta miembros, órdenes de no volverse hasta que haya un imprevisto, pero sin dejar de mandar cada día el mismo mensajero para indicar el progreso. Eso significa que no quieren moverse ellos.
Cuando les llevo la noticia a mi tía y al mago, compruebo que ambos tenían todo previsto para salir, incluso sin saberlo, además de haber preparado mi mochila. Han dejado mi segundo pico, varias mudas de ropa y algunas cosas más que decían que eran necesarias.
-Verás algunos materiales que hemos dejado fuera de tu mochila. Hemos aprovechado todo ese espacio para incluir más comida.
-¿Os dijeron ayer que nos tocaba la primera expedición?
Mi tía sonríe, la primera sonrisa desde que entramos. El mago me mira intensamente al decir con cara enfadado:
-Chaval, soy un mago. No necesito que me lo digan para saberlo.
Cojo mi mochila sin rechistar. Ellos ya estuvieron aquí, saben lo que necesito mejor que cualquiera. Lo único que hago es cargar con la mochila y seguirlos hasta la entrada del túnel que teníamos que explorar. En ambos se nota que quieren ir los primeros de la expedición. Mi tía ya lleva varios de sus artilugios en la mano mientras que el mago parece haber sacado una pequeña bola resplandeciente.
CAPITÁN DE REGIMIENTO POK
Después de que el Príncipe me pusiera en antecedentes con los problemas actuales de su Reino decide que tenemos que presentarnos ante su padre, el Rey. Elijo llevarme a lo mejor de lo mejor de mis hermanos, a todos mis tenientes. El Príncipe mira los galones cuando nos situamos como su Guardia de Honor y sonríe. Ha visto el gesto que he hecho y le gusta.
-Capitán, aparte de mí, también quiero que cuiden de mi hermana. – dice como si acabará de acordar. La cláusula no incluía esa parte y, a lo mejor, pensaba que nos íbamos a negar, pero se llevará una sorpresa:
-Señor, tengo previsto eso. Después de tener la audiencia con el rey, la mitad de mis tenientes irán a conocer a la princesa y cuidar de ella. Tenemos suficientes soldados para poder cuidar de los dos.
-Muy bien capitán.
Poco después entramos a pie por la Puerta Principal de Nasoden, la capital del reino Como es por la tarde, cuando el mercado principal ya se ha acabado, no hay mucha gente. Los que nos ven pasar, gritan y nos felicitan por controlar a los homs en las Rockers mientras que también alaban al Príncipe. Ese es el cariño del pueblo llano que me dijo el Príncipe. La calle principal es una avenida amplia que permite despegarnos alrededor de nuestro valedor sin problemas. No necesitamos llevar las manos a los pomos de las espadas ya que no hay peligro alguno por mucho que intentemos descubrirlo.
La segunda muralla, el comienzo del castillo real donde hondea la bandera del reino en lo alto. En esa segunda puerta hay más guardias que no dejan entrar a todo el mundo, pero al Príncipe heredero nadie le pone trabas. Dentro del castillo, todas las estancias están llenas de alfombras. Sin dirigirse a nadie, el Príncipe murmura:
-La mujer del rey siempre tiene frío.
Para mis ojos significa que los pasos estarán más amortiguados por lo que no podremos fiarnos tanto de nuestros oídos y hemos de estar más atentos a cualquier movimiento. Después de la entrada, hay un pasillo perpendicular y enfrente dos grandes puertas cerradas guardadas por cuatro guardias reales. Hacia allí nos dirigimos. Los guardias se cuadran y las abren permitiendo al Príncipe entrar seguido, inmediatamente, por nosotros.