RODRICK
En ese mismo día empezamos la exploración del túnel. En primer lugar, se pusieron dos caballeros del Príncipe, según sus órdenes, ya que ellos mandarían en cada comitiva. En realidad, mi tía y el mago hacen los que les da la gana.
Se paran para anclar ciertas antorchas ante el escepticismo de los demás. Hay suficiente luz con las antorchas que ya me indicaron que existían hace veinte años. Un túnel de menos de cuatro metros de ancho y dos metros de alto con una antorcha cada diez metros arroja la suficiente luz para ver sin problemas. Pero ellos no piensan lo mismo. Es cuando recuerdo que indicaron algo. Perdieron a todos los que salían de la luz, por eso están intentando iluminar lo máximo posible.
De lo que me doy cuenta es de que esta colocación de antorchas nos ha hecho situarnos detrás de todos los demás. Parece no preocuparles por lo que tampoco me voy a preocupar.
Al terminar el día, o por lo menos eso me dijeron ellos porque no hay forma de saberlo, nos encontramos una pequeña explanada en el propio túnel. Parece ser que los constructores de los túneles de las Rockers tenían controlado el desplazamiento medio de las caravanas para poder permitirles un descanso. Siendo ciento cincuenta expedicionarios nos íbamos a encontrar bastante amontonados, pero mi grupo planta la campaña en el camino y no en la explanada.
Otro miembro nos comunica que después de cenar, nos tocará el primer turno de guardia. Ninguno de nosotros protestamos porque no iba a servir de nada.
-Sobrino, este es el momento clave. A partir de esta noche, no sabremos lo que nos aguarda. Aunque hayan elegido los túneles en los que no había “infección” no sabemos hasta dónde ha llegado. Tengo tres antorchas preparadas y las sugerencias son: no te separes de tu antorcha, ni para hacer tus necesidades, no corras, evita que el miedo se adueñe de ti y, sobre todo, veas lo que veas no le hagas caso. Estaremos los tres juntos, pero no sabemos lo que puede pasar esta noche.
-Sí tía Silver. Intentaré hacerte caso.
CAPITÁN DE GUARDIA PERSONAL DEL PRÍNCIPE ALORIAN (ANTES REGIMIENTO POK)
Unas dobles puertas, nos dan acceso al Salón del Rey. Es una gran sala rectangular llena de alfombras y con un gran trono al fondo que lo dominaba. Al lado de este otro trono más pequeño, ambos ocupados por los reyes. En el camino al trono pudimos ver que, en los laterales, hay gente de pie acompañando a los reyes. Había escudos reales de Ofani pero también algún que otro escudo del reino del sur.
Sin mirar a ningún lado el Príncipe llega a los pies del trono, e, inclinando brevemente la cabeza, indica:
-Majestad, me ha llamado y aquí estoy.
Ante esto, la reina, le mira de mala gana. Destaca su tez morena y cabello negro azabache mientras que el rey y el príncipe tienen una piel muy clara y de pelo rubio. Con una copa en la mano, vestido verde claro y el cetro real en la otra se adelanta a su marido para decir:
-¿Ahora te haces rodear de mujeres para tu protección? -se ríe estruendosamente acompañada de los demás miembros de su casa repartidos, hábilmente, hay que reconocerlo, por el salón real para que se oigan mejor las risas. Dos de las cinco tenientes que me acompañan son mujeres, a eso se refería la reina.
-Cualquier miembro de mi Guardia Personal ha demostrado su valía en el Desfiladero Rocker- dice el Príncipe. Sin cambiar ni un ápice de su cara, se queda mirando a la reina.
-Pues que lo demuestre luchando contra el mejor soldado del reino de Qhenfum, mi reino de origen- la reina realiza un gesto con la mano para que salga un soldado completamente acorazado de entre los asistentes. El Príncipe asistente levemente con la cabeza y la teniente Menqua se dirige hacia ese soldado.
Con un gesto cómplice, creado por los años de batallas juntos, ordeno que sigan vigilando cualquier movimiento mientras que Menqua disfruta moviéndose rápidamente entre las estocadas, ataques y fintas del soldado. Diez minutos así y se empieza a oírse la respiración entrecortada del soldado que no ha llegado acercarse a Menqua con la espada ni lanza mientras que ella no ha sacado ningún arma, simplemente ha evitado todo ataque.
-¡Que combata de una vez!- grita la reina cuando se da cuenta que su soldado está a punto de perder el resuello.
-Perdone reina, no le ordené que combatiera, solo que evitará todo tipo de ataque – dice el Príncipe con una sonrisa sardónica, y que en ningún momento ha dejado de mirar a la reina –. ¡Cuando quiera teniente, acabe con el combate!
Apenas ha terminado la frase el Príncipe, y Menqua pasa al ataque. El soldado está protegido por casco, peto que le cubre todo el pecho y grebas. Conforme evita un ataque a su cabeza, Menqua golpea salvajemente la rodilla del soldado, oyéndose un ruido de huesos rotos junto a un juramento gritado mientras cae de rodillas. Posteriormente aprovecha para auparse a su espalda y le sujeta el cuello con un brazo mientras que con el otro hace más fuerza. En la caída el soldado había perdido la lanza, y al intentar apuñalarla con la espada recibe un golpe con el codo, no en la mano protegida por un guantelete, si no en el propio codo. Otro ruido de huesos rotos parece ser la señal y varios agentes salen disparados en dirección al Príncipe. En ni un solo momento habíamos descuidado la vigilancia por lo que, sin usar armas por orden expresa del Príncipe, evitamos que se acerquen. El ruido de la batalla parece que despierta al rey: