Simple cliché

Capitulo 2

Habían cruzado miradas tímidas accidentalmente algunas veces, habían estado en el mismo lugar, juntos pero no lo suficiente ni siquiera se sentían con la capacidad de recordar sus nombres. No tumbó sus libros ni le ayudó a recogerlos pero aun así hizo que su corazón latiera tan fuerte que ambos podían escucharlo, susurrando algo que se negaban a entender. A ambos se les enchinó la piel pero ninguno quiso prestar atención, tal vez por miedo, tal vez...

Se acercó sin explicación un día cualquiera y saludó amablemente como si la conociera desde hace años, como si ya hubiese sido su amor en alguna otra vida. Sam respondió el saludo y realizó otra pregunta para iniciar una conversación, tal vez fue” ¿cómo está yendo tu día?" O " ¿qué hiciste ayer por la tarde?" Mirando directamente sus ojos oscuros y disolviéndose en su penetrante mirada. Lamentablemente esto solo ocurrió dentro de sus ensoñaciones, el chico alto con iniciativa simplemente recibió un saludo torpe como respuesta, Sam no podía dejar de mirar el suelo, tenía unas ganas inmensas de buscar hormigas o tal vez solo de desaparecer. Nunca había sentido todas esas cosas juntas antes, no sabía de qué se trataba o como definir sus emociones, desconocía por completo por qué estaba sucediéndole esto; la definición y explicación más cercana que encontró en el instante fue que iba a morir. El chico la analizó de pies a cabeza, sonrió y preguntó su nombre, su voz era grave y masculina y a pesar de la distancia entre ellos esta le causaba un cosquilleo en el cuello casi como si le hablara al oído. ¿Cómo era posible que después de 15 años escuchando su nombre una persona fuera capaz de hacer que lo olvidara? Samantha, respondió tartamudeando levemente y devolvió la pregunta.

Daniel, seguramente había millones de Danieles dentro de los 5 continentes, seguramente había escuchado ese nombre cientos de veces en su vida, era un nombre bastante común pero de pronto le pareció el nombre más bonito que pudo haber escuchado y además le quedaba perfecto. Quería conocerlo más, saber quién era él, quería conocer todos y cada uno de los detalles que conformaban su personalidad. Parecía una persona interesante con quién le gustaría hablar durante horas a pesar de no ser la persona más habladora del mundo, como sí Daniel despertara cosas dormidas en ella. Terminaron platicando por un largo rato, el tiempo pasaba con calma siendo amigable con ellos, Daniel era muy natural y encantador, su sonrisa la hacía sentir en completa confianza, podía ser ella misma sin ataduras.

El sol salió y se ocultó varias veces, Sergio se convirtió en su confidente y mejor amigo, un compañero de aventuras con quién pasaba la mayor parte de su tiempo. Con él podía pensar en voz alta, hablar de cualquier cosa sin necesidad de poner filtros a sus opiniones y temer ser juzgada. Las cosas en el salón de clases eran buenas, se respiraba un aire de compañerismo e inclusión, todos eran muy buenos estudiantes que se apoyaban mutuamente. Sin duda era el mejor espacio en el cual Sam se había desenvuelto pero aun así no estaba conforme del todo, era como sí ella fuera la oveja negra del grupo. Si bien sus compañeros no la excluían ella se excluía sola por no sentirse a la altura. Todos ahí eran tan perfectos, las chicas eran hermosas y siempre se esmeraban arreglándose y cuidando su imagen sin ser presumidas ni egocéntricas. Samantha no era para nada como ellas y no se sentía parte de ellas, definitivamente no encajaba ahí. Era ilógico como se había quejado tanto de la exclusión que vivió en la secundaria, se había acostumbrado a estar sola, solo ella contra el mundo.

Mientras tanto, Daniel se hacía cada vez más cercano a ella, la hacía sonreír, era juguetón y bromista siempre con algo interesante que contar y por este motivo no se sabía de los silencios incomodos que Samantha odiaba durante sus conversaciones, Dani siempre tenía algo original que decir en cada ocasión. El tiempo a su lado parecía dejar de existir, todo a su lado dejaba de existir y simplemente eran ella y él, lo urgente podía esperar. Había que ser realistas y lo cierto es que Daniel no era precisamente el príncipe que ella esperaba y que los libros le habían descrito, era más bien todo lo contrario y al mismo tiempo más de lo que imaginó. No era capitán de ningún equipo, tampoco tenía el cabello color oro ni los ojos azules, no era muy atractivo pero a ella le gustaba y con eso bastaba.

Anteriormente había mencionado que Sam a diferencia de todas las ejemplares chicas que conocía no había tenido ninguna clase de interacción con chicos, no sabía lo que era un beso o un abrazo por la cintura, nunca había sentido esa calidez de su cabeza contra el pecho de alguien. Daniel fue mostrándole todas esas cosas poco a poco, primero se tomaron de las manos, sus manos cálidas y fuertes que no quería soltar nunca. No se le ocurría una cosa mejor que el caminar tomada de la mano de Daniel por el parque en su primera cita. El día era maravilloso, soleado y tranquilo sin mucha gente, había unas cuantas parejas más distribuidas en las bancas o recostadas en el pasto, abrazándose acarameladamente. Samantha caminaba en silencio de la mano de Daniel, se sonrojaba al ver a todas esas románticas parejas, se sentía parte ellas. Añoraba tanto saber que se sentía el tacto de unos labios contra los suyos, imaginaba ese beso perfecto bajo la lluvia o las estrellas sin embargo en ese momento lo que más la aterraba era que fuese el día en que por fin se cumpliera su sueño, después de todo no estaba lista como ella pensaba. Afortunadamente Daniel no hizo más que tomarla de la mano, también se veía nervioso e inquieto, el chico con alta seguridad e iniciativa había sido reemplazado por un niño pequeño, juguetón y tímido. Mantenía ese humor sarcástico que Samantha no terminaba de entender pero aun así le encantaba. Se sentaron en una banca a la sombra de un frondoso árbol por un par de horas que no sintieron pasar, ambos se hacían uno solo al mirarse a los ojos. Dani era bastante atento y caballeroso, mostraba mucho interés en Sam, nadie había mostrado ese interés antes. Daniel la llevó de regreso a casa y al despedirse le dio un beso en la mejilla, nunca antes un chico le había dado un beso en la mejilla. Conservó durante horas una sensación extraña, la presencia fantasma de unos labios fríos, húmedos y suaves. Esa noche le costó quedarse dormida, se sentía flotando en las nubes. Últimamente pasaba más tiempo en las nubes que de costumbre, divagaba imaginando las cosas que le gustaría que pasaran, como siempre, solo que ahora dejaban de parecerle lejanas y poco probables, alguien estaba interesado en vivirlas con ella.



#40603 en Novela romántica

En el texto hay: autoestima, primer amor

Editado: 05.04.2019

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