Simplemente Laura

10

Mi hermana estaba recostada tranquilamente en el mueble de la sala, mirando televisión. Era uno de esos programas de modelaje que tanto le encantaban: la siguiente supermodelo americana. ¿Qué cómo lo sabía? Era inevitable no conocerlo cuando tenía uno solo de esos artefactos en casa. Obligatoriamente tocaba empaparse sobre este tipo de temas en particular para no quedar como un grandísimo ignorante.

Y por lo mismo también sabía que lo proyectaban de lunes a viernes desde las cuatro de la tarde, en el canal cinco, y que la mayoría de veces repetían muchos de sus episodios (cosa que a Lucy nunca parecía importarle). Todavía puedo verla emocionarse cuando eliminan de la competición a una de sus modelos menos preferidas o cuando resulta ganadora la que más admira. Le habla al televisor como si fuera un ser humano viviente y se mete en la piel de los personajes tal como si fuese su propia historia. Vivir con ella y sus manías era toda una experiencia, debo reconocerlo.

Pero cuando me ve llegar, asustada, se levanta de un solo golpe. Lo hace de esa manera porque desde pequeños nuestra madre nos había enseñado que, a las personas, independientemente si fueran extrañas o no, se las debe recibir de pie y con un saludo. No obstante, me sorprende la agilidad que tiene en sus piernas, a pesar de ser delgada. Se lo debe principalmente al constante entrenamiento que ha tenido en los últimos años. Y es que Lucy siempre se ha caracterizado por ser bastante cuidadosa con su salud: le gusta mucho hacer ejercicio y mantenerse en forma.

— Hola hermanito... –dice con una postura casi que de saludo militar–.

— ¡Qué tal chaparra! –respondo con serenidad–.

Solía llamarla así porque cuando tenía diez años era muy pequeña de estatura. Mi familia pensó que quizás iba a heredar aquella condición de mi madre, que no crecería más de lo que le permitiera su gen dominante; pero cuando le llegó la etapa de la adolescencia, aquella donde las hormonas parecen alborotarse, literalmente se estiró. Incluso llegó a ser unos centímetros más alta que yo, quien hasta los dieciséis era considerado el "grandote" de la casa.

— ¿Qué tal tu día? ¿Todo bien?

— De maravilla –digo con un suspiro–. Un poco agotador, como siempre. Y a ti, ¿cómo te pintan estas últimas semanas del colegio?

Se lo había preguntado porque para el próximo mes se realizaría la ceremonia de su graduación. Aquel momento donde todos los esfuerzos y sacrificios realizados durante sus últimos seis años iban a ser recompensados. Aquella fecha donde mis padres estaban organizando una pequeña fiesta sorpresa para celebrarlo.

— Excelente –sonrió inquieta–. Me siento un poquito nerviosa, nada más. Ya sabes cómo es. Va a ser un día muy importante y especial para mí, así que es normal que esté...

— No tienes por qué explicármelo –interrumpí–. Sé perfectamente a lo que te refieres...

Y con una palmadita en su hombro corté aquel tema de conversación, aunque no haya podido evitar comenzar por el de hace un rato: la del programa de televisión.

— ¿Nuevamente la supermodelo americana?

— Alex, no comiences…

— ¿Pero aquella no es la chica que ganó la décima temporada?

— Sí, es Jessica. Están volviendo a repetir su hazaña... ¿Contento?

— Será mejor que no siga interrumpiendo tu sesión diaria de “aprendizaje”. Disfrútalo. Y por cierto, ¿qué hay para almorzar?

— Preparé carne asada y patatas. ¡Qué rico! Aunque tendrás que calentarlo, ya que debe estar frío. Todo está colocado sobre la estufa, así que no te costará mucho trabajo.

— Claro, por supuesto. Muchas gracias.

— De nada...

Y volviéndose de un brinco hacia el sofá, regresó la mirada al televisor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.