Simplemente Laura

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Habíamos avanzado bastante durante estas dos primeras horas. Y como era de esperarse, yo ya no tenía el suficiente resto físico para continuar: a ratos me faltaba el aire, me mareaba y parecía desmayar; por lo que decidí tomar unos minutos de descanso. En ocasiones deseaba que esto fuera el final de esta historia, que se acabara toda esta "masacre" en la que se había convertido conquistar a Laura, pero mi corazón también me pedía que no me rindiera tan fácilmente, que afrontara la batalla, debido a que, por lo menos en esta ocasión, debía demostrar que tenía la talla suficiente para ser considerado un caballero de honor con hambre insaciable de gloria.

Lucy, por otro lado, estaba más fresca que una lechuga. Aunque también se decidió por tomar aire unos segundos, me prohibió rotundamente que me quedara estático por demasiado tiempo, por eso de que no debíamos permitir que se enfriaran mucho los músculos. Ella era una experta en el arte de mantener y cuidar la rutina de los ejercicios, no se le escapaba ni un solo detalle; y por lo mismo, continuaba estirando los brazos y las piernas a un ritmo pausado, mientras bebía varios sorbos de agua azucarada que tenía en una botella de vidrio próxima a sus pies.

— Me alegra que estés poniendo todo de tu parte –dijo con una sonrisa de satisfacción–.

— Claro... –respondí aguantándome un pequeño dolor en los muslos–. Lo que sea por la causa...

Era evidente que ambos estábamos satisfechos por mi progreso, a pesar de que yo disimulaba bien mi dolor. Pero resultaba tan motivante el solo hecho de saber que ya me había soltado lo suficiente como para no ser tan tosco y grosero con una mujer al momento de bailar, y que había aprendido a mover ciertas partes estratégicas del cuerpo, como la cintura, los hombros y las rodillas, que eran esenciales para tener un buen desempeño en la pista. Ya le pude agarrar el ritmo a ciertos géneros musicales como el merengue, la electrónica y la bachata (lo que era un grandísimo avance); aunque haya tenido ciertas dificultades con la salsa, la cumbia o la lambada, por ejemplo. Y si bien al principio Lucy se molestó un par de veces por mi falta de delicadeza y compromiso con la situación, también aprendió a ser una mejor maestra y moldear su carácter de forma positiva: además de ser hermosa y divertida, ahora era más comprensiva y paciente.

Luego de un pequeño receso para recuperar energías y proseguir, ensayamos arduamente hasta las once de la noche, cuando ella se retiró a dormir. Le agradecí de sobremanera por haberme sacado nuevamente de un problemas tan complejo y prometí continuar con los ensayos por lo menos unas dos horas más, para perfeccionar ciertos detalles que aún faltaban por pulir (esta vez estaba plenamente consciente de que no podía defraudarla). También me aconsejó tomar una ducha de agua caliente antes de irme a dormir para reducir la tensión en los músculos y prepararme un té de menta para calmar los nervios. Como mañana debía levantarme muy temprano por motivo de las clases en la universidad, supuse que aquellos consejos me iban a sentar de maravilla.

Aquel pequeño dolor de piernas del principio había desaparecido con el transcurso de la actividad física  y ahora estaba más enchufado que nunca, con la adrenalina recorriendo mis venas al cien por ciento. Aunque tuve que apagar el equipo para no perturbar la tranquilidad y el sueño en la habitación de Lucy, no resultó un problema: al final accedí desde mi teléfono celular a YouTube, reproduje un video con una mezcla de todos los géneros musicales juntos, me encerré en mi habitación cerrando todas las puertas y ventanas, y continué con mi cometido sin poner excusa alguna.

Hube de concentrarme de tal manera, que perdí completamente la noción del tiempo y el espacio. Solo fue cuando sentí una pequeña molestia en mi rodilla izquierda, que no me permitió seguir moviéndola con la misma flexibilidad, que decidí detenerme. Ya para entonces daban las dos de la mañana.

Ahora sí, sintiéndome exhausto y fatigado, tomé una ducha de agua caliente que me sentó perfectamente. Luego, preparé el té de menta que me había sugerido Lucy y comencé a revisar las redes sociales. Allí fue cuando descubrí que me había olvidado de checar aquel mensaje de Whats-App que llegó hace unas horas atrás.

Era Laura.

Y no era solamente un mensaje. Eran varios.

 

18:15

Hola. Espero que te encuentres bien.

No quería molestarte.

Solo escribía para decirte que me emociona mucho saber que estés intentándolo por mí.

Te espero mañana después de clases, a la 1, en el mismo lugar que nos encontramos ayer.

La siguiente pista está cerca.




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