— Está sucediendo algo parecido conmigo... –dije al fin entendiendo el meollo del asunto, aunque un poco decepcionado por la verdadera historia de mi amigo–.
— Las mujeres nos ponen a prueba todos los días, sin que nosotros tan siquiera podamos notarlo para reaccionar. Desafortunadamente, en su tiempo, fallé... –señaló agachando la cabeza y haciendo una mueca de impotencia–. No debes dejar que contigo suceda lo mismo...
Un profundo silencio interrumpió nuestra conversación entonces, lo que resultó incómodo. Nadie pronunció una sola palabra por varios segundos y ni siquiera se podía percibir el ruido intenso de los alrededores.
Acto seguido Juan se dio la media vuelta, miró una vez más la espectacular entrada del local, dio unos cuántos pasos hacia adelante, y rompiendo aquel silencio dijo:
— Ella solo quería que le demostrara cuánto sacrificio estaba dispuesto a soportar con tal de defender nuestro amor. Comprobar si era verdad cuando le repetía al oído que la amaba. Un buen día se cansó de darlo todo sin recibir nada a cambio y decidió ponerme a prueba de la forma más despiadada posible. Contarte el resto de la historia sería redundar...
Entonces comprendí que todo este tiempo había vivido en la equivocación. Descubrí el verdadero significado de la amistad. Me la pasaba presumiendo de conocer perfectamente a mis mejores amigos y resultaba que ni siquiera estaba al tanto de la vida de quien consideraba mi hermano.
— ¿Aceptas el reto de continuar con este duro camino o acaso vas a sentarte ahí a llorar como una niñita? –preguntó finalmente fulminante, señalando la entrada con un leve movimiento de cabeza–.