Simplemente Laura

21

Levantarse esta mañana ha sido relativamente fácil. A diferencia de otras mañanas, donde ni siquiera suelo pensar en mover un dedo del pie, y a pesar de que he dormido aproximadamente unas cinco horas; hoy me he despertado con mucha vitalidad y energía.

Lo menciono porque anoche nos quedamos practicando con Lucy intensamente hasta las doce, desafiando nuestro estado físico y la calidad de sueño; pero siendo productivos. Hace mucho que no me divertía así con mi hermana, por lo que fue sensacional pasar un momento agradable en su compañía.

Sin embargo, se me erizó un poquito la piel cuando revisé mi celular y me percaté de la fecha: recordé que se acercaba el día clave: el viernes. El del famosísimo baile de integración. Donde se decidiría mi futuro con Laura.

Entonces suspiré de puro nerviosismo.

Según mis cálculos, hoy recibiría la última pista.

De solo pensarlo, el cuerpo se me estremeció una vez más y empecé a temblar como gelatina. Si Laura de por sí ya me ponía nervioso con solo sentir su presencia en frente, no me la podía imaginar en la pista de baile con su vestido de gala: preciosa, seductora.

Quise renunciar entonces, cuando muchas cosas se me pasearon por la cabeza y me hicieron divagar. Daba la casualidad que todo había transcurrido tan rápido, y que se veía tan fantástico, que no cuadraba con mi realidad. Aunque haya seguido al pie de la letra cada una de las instrucciones ofrecidas por Laura, nada me garantizaba que mis probabilidades de éxito iban a ser mayores que las de los demás. Y eso me atemorizaba.

Pero por otra parte, era demasiado tarde para renunciar. Ya había jugado mis cartas. Ya había realizado mi apuesta. Nada perdía con intentarlo, “no hay peor batalla que la que no se hace”, pensé. Así que me motivé a materializar un último esfuerzo y cedí.

Me acerqué a la cocina, tomé el desayuno con calma, me alisté, esperé que el autobús a la universidad me recogiera como siempre y llegué a clases a tiempo, sin novedades. El salón empezó a coparse entonces, conforme iban llegando los demás estudiantes: todos aburridos, cansados, monótonos, somnolientos; pero dispuestos a soportar una jornada más de sacrificios y humillaciones.

Para cuando llegó Laura pude verla sentirse fresca, pacífica, simpática. Y aunque no me haya saludado en ningún momento, como había acostumbrado en los últimos días, me permití hacerlo en secreto. Traía puesto un jean azul ceñido a las piernas, muy sexy por cierto (cosa que no solía utilizar comúnmente), una blusa café muy conservadora y el cabello envuelto en espiral, como un caracol. Sonreía mucho (algo que no lo veía hacer desde hace tiempo) y platicaba con todo aquel de esa zona que se le acercara.

Juan, que había llegado diez minutos tarde a la primera clase, y que había tenido suerte de que el profesor tampoco lo hiciera, me sorprendió embobado. Notó que no podía dejar de admirar a Laura y que ni siquiera parpadeaba. Tampoco sentí su presencia a mi lado y ni le devolví el saludo.

— ¡Qué sexy, eh! ¡Mañana todo eso puede ser tuyo! –susurró a mi oído con una palmadita de confianza en el hombro–.

Sentí cosquillas en el estómago y nuevamente se me erizó la piel, de tan solo imaginármelo: ella aferrada a mi mano y yo a su cintura, quizás comiéndonos a besos.

— ¡No debes cantar victoria antes de conseguir la gloria! –repliqué muy convencido, dando rienda suelta a toda clase de refranes desmotivacionales–. Recuérdalo.

— Tengo la certeza de que así será. Mañana tu vida dará un giro inesperado de trescientos sesenta grados, ya lo verás. ¿Apostamos?

— No. Claro que no. Ya he perdido mucho dinero con lo de las compras de ayer. ¡Y aparte regalártelo con una apuesta! Solo espero que esta vez se repitan tus palabras de profeta...

Entonces nuestra entretenida conversación se vio interrumpida por la llegada de aquel profesor de Estadística, un hombre bajito, barrigón y calvo, quien cerró la puerta de un topetón y nos saludó a la carrera. Sacó su portafolio rápidamente con la lista impresa de estudiantes y registró nuestra asistencia. Hoy, sorpresivamente, habíamos asistido la gran mayoría.

— Bien, jóvenes, hoy retomaremos el tema de ayer que quedó pendiente de revisión. Por favor, saquen sus textos...




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