Simplemente Laura

26

Los chequeos regulares de seguridad no nos tomaron mucho tiempo en realidad: en menos de cinco minutos ya estábamos dentro del coliseo del instituto. Debo reconocer que me quedé sorprendido con la decoración y el montaje del escenario: para ser tan solo una fiesta de integración, había sido organizado de una manera minuciosa y muy peculiar. Había globos y cintas de colores inmensas alrededor de la estructura metálica del techo, así como en el escenario. Y sobre él, posaba un gigantesco cartel con enormes letras de varios colores, que tenía escrita la leyenda "Bienvenidos novatos" en mayúscula y cursiva.

La música ya sonaba a todo volumen y alrededor de una centena de estudiantes se encontraban dispersos en pequeños grupos mixtos. Algunos bailaban entre sí y ya habían empezado a consumir alguna bebida para refrescarse, mientras otros simplemente conversaban, esperando el inicio del programa.

Desde mi posición se observaba perfectamente toda el área y tuve una vista panorámica privilegiada por algunos segundos, así que decidí buscar a mis amigos antes que la multitud se multiplicara. Entonces vi a Juan, Carlos, Jaqueline y Rafael parados en un rincón con los ánimos encendidos. Enseguida le pedí a mi hermana que nos uniéramos al grupo para acompañarlos, y ella aceptó con gran deleite. Como era una fanática acérrima al baile, no dejaba de mover el cuerpo al ritmo de la música. Pude notar que se sentía como si estuviera en su hábitat natural.

Al caminar entre toda esa multitud de jóvenes enérgicos y acelerados, me mantuve un poco incómodo al percibir la forma como observaban a mi hermana. Algunos le guiñaban un ojo o le sonreían amistosamente como suele suceder habitualmente en este tipo de situaciones, mientras otros parecían verdaderos depredadores frente a un delicioso trozo de carne: sus miradas y expresiones eran tan mórbidas y lujuriosas que ni siquiera mostraban interés por disimularlo.

Ella, por su lado, ni se inmutaba: al parecer, no le importaba en absoluto. Por el contrario, tenía la sensación de que hasta lo disfrutaba. Muchas veces intenté preguntarle cómo le hacían muchas mujeres para lidiar con este comportamiento machista, porque no el cien por ciento de las mujeres suelen ser condescendientes; pero cuando caí en cuenta que yo tampoco podía resistirme ante tanto encanto y belleza presentado ante mis ojos, decidí darlo por finiquitado.

Al llegar, la primera impresión que se llevaron mis amigos de Lucy fue equivocada. Con sus preguntas, me dieron a entender que yo había planeado una venganza contra Laura utilizando a otra mujer como carnada.

— ¿En serio sigue siendo Laura tan imprescindible para ti? –agregó Carlos viéndose sorprendido por mi acompañante–. Abre bien los ojos... –dijo señalándola–.

— ¡Qué suerte tienen los que no se bañan! –exclamó Rafael con algo de impotencia–.

— ¡Hombres! –dijo Jaqueline indignada–.

Juan, que era el único que había conocido y tenido un contacto más cercano con Lucy, refutó todas aquellas falsas acusaciones con unas cuantas palabras aclaratorias para el resto.

— No sean imbéciles señores. Ella es Lucy... su hermana.

Los ojos de Juan se le iluminaron entonces. Vi cómo en un instante le cambió el color de la cara de blanco a rojo y cómo su tono de voz se volvió más delicado de lo que se le suele escuchar normalmente.

Lucy, de su lado, era un manojo de nervios. Inconscientemente me clavó con fuerza varias veces las uñas en las costillas y empezó a temblar.

Fijé mi mirada en mi amigo atentamente y vi el reflejo fiel de lo que sería yo después frente a Laura: esos eran los estragos que producía el amor en las personas. Nos volvía inofensivos, distraídos, vulnerables.

— Laura está por allá, si te interesa –dijo Juan señalando el escenario–.

Los demás permanecieron en absoluto silencio por varios minutos, víctimas de sus comentarios equivocados. Se miraban los unos a los otros como pasándose la pelotita de la culpa e intentaban no fregarla más manteniéndose con la boca cerrada por más tiempo.

— Que no te sorprenda –continuó–. Tus contrincantes ahora mismo están a su lado. ¿Mi reacción te pareció ridícula? Tú te verás peor, te lo aseguro...




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