Aunque Laura se parecía a mí en cuanto a estatura y complexión física, hoy se veía más alta e impresionante con ese sexy vestido color vino y esos tacones glamorosos. Aquel delicado maquillaje color carne no marchitaba en nada la ternura de su rostro y ese peinado largo con flequillo liso la hacía lucir simplemente espectacular. Incluso me sentí pequeño e insignificante cuando me detuve frente a ella e intenté mirarla a los ojos: simplemente su presencia irradiaba poderío y majestuosidad.
— Hola –dijo con voz dulce y delicada, acompañada de un movimiento sensual en sus labios–.
— ¡Cómo vas! –respondí con la voz casi quebrándose y como último recurso disponible, pues mi lenguaje se había reducido a ese bendito par de palabras debido a mi incontrolable estado de nerviosismo–.
— ¿Quién es la chica con la cual Juan bailó hace unos instantes? Pude observar que llegó contigo. ¿Acaso estás tratando de burlarte de mí?
¿Laura estaba mostrándome su lado más misterioso comportándose como una muchachita celosa o simplemente me estaba imaginando tonterías? Jamás se había puesto tan a la defensiva expresándose de esa manera, así que la primera opción parecía más lógica.
— ¿En serio te interesa tanto? –dije decepcionado y olvidándome definitivamente de los nervios–. Entonces te lo diré. Ella se llama Lucy. ¡¡¡Y es mi hermana!!!
Laura se sonrojó. Se sonrojó a tal punto que su rostro tomó el color de su vestido. Nunca la había visto ponerse así desde que la conozco, por lo que me resultaba inusual descubrir en ella una nueva faceta. Luego también le faltó el aire, ya que por poco se desmaya en media entrada. Tuvo que recurrir a un bocado de agua de una botella casi vacía que traía en el bolso para tranquilizarse; resultando ser, al final, una simple mortal, común y corriente como las demás. Solo faltó que se escondiera bajo la mesa para ocultar su vergüenza y pundonor. Entonces me la imaginé en dicha situación, tan frágil y vulnerable ante la crueldad del mundo, que sonreí para mí mismo. Aunque en el fondo haya sido una escena algo cruel y perturbadora, por un momento me pareció sumamente divertido.
— Nadie más puede enterarse de esto, ¿lo entiendes? –señaló quisquillosa–. ¿¿¿Lo entiendes???
— Está bien, está bien, tampoco es para que te exaltes. Prometo olvidar todo lo que ha sucedido, ¡vale! Será nuestro primer gran secreto.
— Espero que así sea... por tu propio bien te lo digo.
Ya que el ambiente se había tornado algo tenso e incómodo y debido a que bajo presión parecía que me desenvolvía mucho mejor, me tomé el atrevimiento de invitarla a la pista.
— ¿Bailamos?
— ¿Seguiste al pie de la letra las instrucciones que te ofrecí en los papelitos?
Aparte de quisquillosa y celosa, la muchacha sí que era exigente, le gustaba que todo marchase al pie de la letra, a su gusto y antojo. A pesar de haber tenido aquel pequeño accidente, más que recapacitar, aún continuaba nerviosa. Lucy tenía razón cuando la describió a simple vista como una jovencita caprichosa y engreída: esa parte de su personalidad, aunque ya la conocía, era irritante muchas veces. Y aunque fue la primera vez que tuvo un contacto cercano con ella, lo descifró instantáneamente (ese poder oculto propio de las mujeres que les permite encontrar las virtudes y defectos de otras personas con tan solo fijarse atentamente en ellos).
— Lo hice con las dos que me ofreciste. Sin embargo no hubo nada para la tercera. ¡Tampoco creas que soy adivino! –repliqué casi perdiendo la compostura–. No puedo descifrar cuales son o serán tus intenciones.
— La tercera es muy sencilla, no te preocupes –esta vez lo dijo con un tono de voz más sereno y condescendiente–. La has estado poniendo a prueba toda esta hora y media sin que siquiera te des cuenta.
— ¿De verdad?
— Así es. Lo que me sorprende es que Juan no te haya comentado nada. Se supone que es tu mejor amigo no.
— Juan no tiene nada que ver con todo esto, así que no lo involucres en vano.
— ¿No? Eso es lo que tú crees –explicó con una gran sonrisa–. La verdad es que Juan lo sabía todo. ¡Lo supo todo desde el principio!