Simplemente Nina

Cápitulo 2

    El día estaba visiblemente nublado, estaría sumamente agradecida si lograba llegar al trabajo antes de que se desencadene la tormenta en mi lomo. No me separaba una gran distancia del bar, pero para empaparse solo con una cuadra bastaba. Si llegaba al Moscú Bar (así se llamaba) chorreando agua, la mitad de los clientes ni siquiera tomarían un asiento. Así era el ser la camarera de un bar situado frente a la universidad privada más importante de la ciudad.

-Hola Tomy –dije saludando a mi compañero de turno-¿Ya llego Mirko? –pregunté en su oído mientras lo saludaba.

-Tranquila –susurró –no se dio ni cuenta de que no estabas. Entró sin mirar a nadie y se encerró en la oficina.

-Genial –dejé en el cuartito de empleados mi campera y la cartera –mejor así.

     Oteé el bar, solo dos mesas estaban ocupadas, y por lo visto Tomy ya las había servido. Miré el reloj, en exactamente media hora el bar se llenaría increíblemente. Era el horario de salida o recreo de la mitad de las carreras. Y a la una de la tarde, todo el mundo tiene hambre y pocas ganas de esperar.

-¿Gustas? –Tomy me extendió una lágrima –está bueno, me salió como nunca.

-Gracias –Tomé la taza. Tomy siempre me preparaba una lágrima cuando me veía mal. Ahora que lo pensaba, esta semana la misma secuencia se había repetido todos los días. Mierda.

-Nina –sabía que iba a regañarme en algún momento –te noto un poco decaída.

-No te preocupes Tomy –dejé la taza sobre la barra y me dispuse a preparar tantos sándwich de miga como me permitiesen las manos. –no hay mal que dure cien años.

-Es que esto está afectando tu trabajo –noté cierta vergüenza en su voz, aun así prosiguió – ayer casi intoxicas a diez personas con mayonesa en mal estado, y veinte cafés fueron devueltos por tener mal sabor.

 Me volví en redondo hacía él. No podía creer lo que oía. ¿En qué momento había ocurrido todo aquello?

-¿Qué? –mi cara de seguro estaba desencajada.

-No quise decirte nada ayer –se excusó –Mirko andaba rondando y te veía tan distraída que esperé hasta hoy.

  Un nudo en el estómago me impidió seguir tomando mi café. Lo único que me faltaba era perder el trabajo.

-No entiendo que es todo esto –susurré al fin –

-Podemos hablar si lo necesitas –dijo con timidez y ya sabía yo que sin ganas. Pero Tomy no podía hacer nada contra su amabilidad –

-No te preocupes Tomy –dije al fin –no va a volver a pasar.

-Si me necesitas… -Siguió -.

-Te lo voy a hacer saber –le sonreí –de todos modos son mis amigas las encargadas de soportar mis tortuosos problemas.

-Para eso están los amigos ¿No? –sonrió también.

-Gracias –susurré, mientras trataba de ingresar en la cocina como chiquetazo a buscar un par de cosas, no solo para escapar de la mirada de Tomy sino para hacerlo también de mi jefe que se acercaba con su habitual cara agria a la barra. De llorar por todo lo demás tendría tiempo en casa.

  Como ya sabía que iba a suceder, el Moscú se llenó a más no poder, lo que evitó que Tomy volviera a decirme nada sobre mis problemas de decaimiento. Además estaba aterrada por lo que él me había dicho, así que logré concentrarme como nunca antes en mi trabajo. Por un buen rato casi, casi me olvido de todos mis dramas personales.  Tommy después de unas horas pareció relajarse o desistió y, borró ese gesto avergonzado de su rostro. Intercambiamos un par de palabras, todas superfluas como: “refresco mucho”, o “viste que últimamente la gente ya no toma demasiado café con leche” o “ayer subió aún más la inflación”. Así las cosas. Al menos no tuve que estar toda la tarde sin hablar.

¡Gracias por leer!

 ©Todos los derechos reservados a Melina Sol Gual

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