El día siguiente me había recibido como si el anterior nunca hubiese existido. Mi abuela se había cansado de repetir que el llanto era como limpiar el alma. Era la primera vez que podía corroborar esa verdad en persona. La limpieza había surtido un efecto inesperado e inmediato. Me levanté con el ánimo renovado. Era de mañana y me dispuse a acomodar y limpiar mi casa. En algún momento tenía que ordenar todo aquello. Solo cerca de las diez me percaté de que era sábado y no trabajaba en el Moscú hasta la tardecita. La tristeza llorada había dejado un hueco y ahora era libre de llenarlo con lo que se me antojara. Así que dejé que la paz con la que había amanecido lo ocupase todo. Inclusive mi mente. No quería pensar en nada que no fuera lo que tenía delante de los ojos. Y lo único que tenía por delante ahora mismo era un trapeador y varios productos de limpieza de diversos colores y olores.
Mi departamento no era la gran cosa, pero lo había construido con sudor y sangre y eso lo hacía más valioso que el mismísimo palacio de Buckingham. Siempre me pavoneaba entre mis amigas de haberlo diseñado en su integridad, apuntando siempre a abaratar costos, ya que el Moscú no me dejaba demasiados ingresos. Los resultados habían sido buenos, más allá de que era cocina, baño y habitación. Por ejemplo, el dormitorio no había requerido muebles. Yo sola había estudiado el modo y consultado con algunos amigos entendidos y había construido de material la cama de dos plazas y una especie de ropero sin puertas pegado a la pared, al que le había colocado electricidad y ahora iluminaba con focos dorados de bajo consumo. Además había hecho por mi cuenta una pequeña barra en la cocina también de material y las sillas utilizando tocones que había tomado del campo de mi abuela. La mía era una casa rústica y pequeña, pero de un incalculable valor personal. Sola había logrado hacer mi reinado, y constituía todo mi orgullo ese solo acto.
Mientras pensaba en todo eso, limpiaba como una cenicienta rabiosa. Al menos los vidrios quedarían impecables. Estaba tan concentrada en cada partícula de polvo de los mismos, que no me percate en ningún momento que Tommy se hallaba parado fuera. En cuanto se acercó a la ventana y casi roza con su nariz el vidrio, lo vi y abrí la puerta de entrada.
-¡Perdón, prometo poner un timbre en cuanto cobre el aguinaldo!
-¡Hola Nina! -dijo con una sonrisa- no quería interrumpir nada, vuelvo más tarde si querés.
-No interrumpís. Pasa.
Tomy entró en puntillas y se sentó sobre la mesa mientras terminaba de lavar el piso que había dejado por la mitad cuando descubriera que por las ventanas ya no se veía para afuera. Había ido pocas veces a verme, y solo lo hacía cuando se preocupaba demasiado por mi salud mental. Era un buen chico, ya no quedaban demasiados como él. Lamentablemente.
-¿Preparo mate?
-Por favor- dije. No había cenado ni desayunado. Mi estómago se quejaba del hambre y sed.
-¿Estas por organizar una cena o algo?- preguntó.
-¿Lo decís por la limpieza? –Tommy asintió cuando le sonreí –No, es que esto ya era un basurero.
-Pensé que este sábado salías.
-Supongo que saldré, todavía no sé.
-Yo voy a salir con los chicos, vamos a hacer previa en el Moscú.
-¡Veo que amas tu lugar de trabajo! –me reí con ganas. Ni a punta de rifle haría previa allí-
-Algo así –sonrió tímidamente-
-¿Tu novia no te cela porque salís?
-Ella sale con las amigas también.
-Qué bueno que se entiendan tan bien.
-Si –un silencio se instaló entre los dos y adivine cuál sería su próxima pregunta-
-¿Y vos? ¿Cómo vas con el amor?
-Acá –hice ademán de agarrar a una persona invisible del brazo –te presento a Jorge, mi novio de la otra dimensión.
-Ya vas a encontrar a alguien –susurró sonriendo.
-Si –respondí, pero no estaba convencida de que alguien se fijase en mi –siempre hay un roto para un descocido.
-Te veo mejor que ayer –musitó y al instante se arrepintió. –
-Sé que mi estado mental te tiene preocupado. Pero estoy bien –me volví a él –supongo que deben ser rachas.
-Sí, seguro –otro silencio invadió el departamento, solo interrumpido por el agua que escurrí del trapo para dar el toque final y el agua del mate burbujeando en la pava -¿A qué se deben esas rachas?