El Moscú estaba lleno a rabiar. Desde que había entrado a las siete de la tarde, había andado de una punta a la otra como una máquina. Tommy no compartía conmigo ese turno. El sábado es su día franco. De todos modos esa mañana había tenido bastante con todo lo que habíamos hablado.
-Nina –Mirko estaba usando su voz de seductor: mal augurio -¿Acaso podrías quedarte un par de horas más? Solo por hoy, la paga va a ser buena.
Iba a negarme, pero acepté. Nunca había podido decirle que no. El miedo a que me echase de una patada y quedarme en la calle me paralizaba la lengua. Maldita sea, maldita pobreza, maldita emancipación, malditos todos. El quedarse unas horas más significaba sacrificar la mitad de mi noche. Iría sola al boliche donde mis amigas ya se habrían afianzado de la pista, y me habría perdido la cena con ellas y la tan mentada previa. Todo por servir litros de cerveza a un puñado de muchachitos vanidosos. Porque vale decirlo, al Moscú solo asiste la clase alta.
Suele suceder, y eso nunca supe que factores lo determinan, que durante lapsos de tiempo, a determinado lugar va cierto tipo de gente y no otra, y es algo que se respeta a raja tabla. Como si se fueran a contagiar algo si se hallan sentados a una mesa de diferencia tomando una cerveza. La cuestión, es que al Moscú, no iba la gente de mi tipo, común, de clase media baja. No, no. Solo gente de la alta society. Los mismos que a la tarde cursaban en la universidad, pero por las noches sin el pelo revuelto, los ojos cansados y cargando libros. Sino con ropas más caras que mi departamento y tanto dinero en el bolsillo para gastar en bebida, como el que yo gasto en comida durante un mes.
Así que, alrededor de la una de la madrugada, ya comencé a padecer los típicos síntomas persecutorios, justo cuando el bar se disponía a llenarse. Cuando tantas chicas tan arregladas comenzaban a llegar, era cuando mi tortura iniciaba: me sentía más fea, más gorda y más ridícula que nunca antes. Estos síntomas desencadenaban a la típica camarera torpe y estúpida de las películas yankees: se me caían las cosas, me trababa con los pedidos y confundía el vuelto.
-¡Nina! –Tomy me saludaba desde una mesa. Todos sus acompañantes se dieron vuelta a verme, pero perdieron el interés rápidamente, por suerte-
Tomás, ese es su verdadero nombre no desentonaba para nada del resto de la gente del bar. Sus amigos tampoco.
-¡Tommy! –saludé con la mano a todo el grupo- ¿Te sirvo algo?
-Que nos sirva el otro –dijo refiriensoe a Nico, mi otro compañero y amigo -¿Cómo estás?
-Bien –los otros volvieron a mirarme buscando algo por lo que Tommy preguntaría, pero no hallaron nada más que mejillas sonrosadas-.
-Me alegro –sonrió -¿Salís esta noche?
-Sí, supongo que si –respondí, mirando hacia la barra. No quería que Mirko me viera perdiendo el tiempo.
-Nosotros vamos a New’s. –uno de sus amigos lo codeó y volvió la vista a la entrada donde su novia entraba con un grupo de amigos. A Tommy le cambio la cara y no supe descifrar su expresión.
-Nos vemos más tarde –dije, pero ya no me oía.
El resto de mi turno me lo pase tras la barra. Nico el barman y mi primer compañero desde hacía cinco años se dijo arto de estar en la cocina, y como Mirko se había retirado, oficié en su lugar y Nico en el mío. Amé tener que dejar de circular entre mesas y perfume caro. A las dos y cuarto por fin, pude ocupar el baño y cambiarme. Olía a tostados y cerveza, y no tenía un perfume lo suficientemente dulce que cubriera esos aromas. Apenas un agua de colonia que me había regalado mamá para mi cumpleaños a comienzos del otoño y que reservaba para estas ocasiones. Por suerte en el boliche el olor a cigarrillo lo tapa todo.
-Nina ¿Te llevo? –Se ofreció Nico entrando en la cocina mientras me maquillaba –ya cierro.
-¿Vas para el lado de New’s?
-Sí, es más, voy al New’s. –se acercó aún más –todavía esta Tommy en el bar -susurró.
-Qué raro –dije mientras me aplicaba el labial más rojo que disponía-
-Algo paso con la novia –cortó y me giré. Tommy estaba entrando en la cocina –Después te cuento –susurró –
-Nina –se acercó –ya vamos al New’s ¿Te llevó?
-No te preocupes Tomy, voy con Nico. Ustedes son varios ya.
-No me molesta igual –dijo. Nico lo miró estudiándolo.