-Me da pena te juro –dije, y de verdad en ese momento la sentía.
-A mí no –Nico comía tan lento que me sacaba del quicio –De veras –dijo volviéndose a mirarme –Ya no es un nene, además –tomó un largo trago de vino –él está aceptando a consciencia que ella lo trate de ese modo.
-Sí, ya sé todo eso Nico, pero igual. Es como si en parte no tuviera otra opción.
Nico revoleó los ojos exageradamente.
-¿De veras me invitaste a almorzar para hablar de Tomás? –preguntó.
-No –sonreí –quería pasar tiempo con vos –dije juguetonamente. –soltó una carcajada.
-¡Sos malísima seduciendo Nina! –se llevó un trozo de berenjena a la boca y la lamió demostrando que él podía ser más sexy.
-¡Guacala! –me serví más vino -¿Qué te pareció mi cazuela?
-¡De-li-ci-o-sa! –deletreó –ojo con el vino, en una hora entramos al Moscú.
-Debería tomar más entonces.
En los minutos siguientes nos dedicamos a devorar lo que nos quedaba del almuerzo, en el más absoluto silencio. Nico se veía extrañamente abstraído, y yo tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no dejar que mi mente se diera al vuelo otra vez.
-Ella es una persona cautivadora –dijo aún preso de ese estado lejano –utiliza demasiado bien sus armas.
-¿Y eso? –ya iba a soltar la carcajada, pero me di cuenta de que la cosa iba en serio.
-No es alguien para Tommy –dijo terminante –es más, todavía no conozco a alguien que realmente pueda con ella.
-¡Wow! –exclamé ya me estaba dando rabia la tipa esa.
-No te pongas celosa –sonrió –entre ella y vos, te elijo.
-Nico es una niñata de ¿Cuánto? ¿Dieciocho? –aunque lo disimulara se iba a notar. Siempre había pensado que Karem era una idiota. Para qué seguir ocultándoselo a Nico. No tenía sentido alguno. Él me miró y sonrió.
- Diecinueve.
-¿Tanto sabe de la vida a esa edad? –Volví a arremeter –¡Tommy y vos le dan una cabida que no tiene! -me zampé lo íltimo que me quedaba de vino -¡Hombres!
-Yo no dije que supiera cosas de la vida Nina. –una sonrisa burlona al cien por cien asomó en sus comisuras.
- Esta bien –dije, me había hartado de ese rollo –No te invite solo para hablar de ellos.
-¡Que alivio! –Exclamó –Ya me estaba preocupando. –Me estudió un segundo y volvió a enfocarse en su plato -¿De qué vamos a hablar?
-De este sábado –dije con suficiencia.
¡Gracias por leer!
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