-Es momento Nina –dijo Nico mientras me pasaba una tostada con queso –ahora o nunca.
-¡Cortaron ayer Nico! –Exclamé –No tenés piedad.
-Cocodrilo que duerme es cartera –refutó. Nico y sus refranes –No digo que te le tires arriba. Pero de a poco anda tomando posición.
-¡Déjame en paz! ¿Acaso no te alcanza con haber provocado todo esto? –grité enojada, y de verdad lo estaba.
-¿De veras pensás que es mi culpa? –Preguntó riéndose –¡No seas hipócrita Nina, admití que estás feliz!
-No voy a admitir nada. Quedé como la golfa del pueblo.
-No es tan así –trató de apaciguarme –te vieron diez personas y apenas. Además no te conoce nadie.
-Por más perfil bajo que yo tenga, trabajo en el Moscú ¿Decime quien no ha ido alguna vez al Moscú? –maldito Nico. En ese momento lo estaba odiando.
-Es cierto, pero lo hecho, hecho esta. No estabas haciendo nada malo –me miró buscando que confesára algo.
-No, no estaba haciendo nada malo. –respondí. Él tampoco me creía que no nos hubiésemos besado. Y eso que era mi mejor amigo.
-Contáme de que hablaron –pidió mientras me alcazaba un mate.
-Trivialidades, nada importante –me arrellané en el puf que él mismo me regalara para mi cumpleaños.
-¿Notaste algo más? –preguntó poniendo su cara de seductor. Malísimo.
-Nada de nada. Estás equivocado ¿Tanto te cuesta admitirlo? A Tommy no le pasa absolutamente nada conmigo. Punto final. Es hora de ir al bar.
¡Gracias por leer!
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