El súper me quedaba en la otra punta de la ciudad. Al menos al que iba yo, que todos los días hacían ofertas en distintos productos, y muchas veces las cosas estaban a mitad de precio. No era el supermercado más vistoso del pueblo ni mucho menos. Pero para alguien que no tiene demasiado dinero y muchos gastos era el ideal. Me dio un poco de vergüenza decirle a Baltazar que iba a ese lugar, pero a él no pareció importarle. Eso sí, estaba lleno de gente. Por lo visto todos buscaban aprovisionarse antes de que llegase la noche y con ella el peor de los fríos. Baltazar me acompañó a hacer la compra y se hizo cargo del changuito mientras yo buscaba los diversos productos que necesitaba. No había hecho ninguna lista, como acostumbraba, y con él a mi lado, ya sabía que olvidaría la mitad de las cosas. Asique tendría que venir al siguiente día por lo faltante. Aun así no renegaba de su compañía. Todo lo contrario. Ojalá hubiese conocido a Baltazar, antes de fijarme en Tomás. Me habría ahorrado muchos dramas. Muchas de ellas propiciadas por mi mejor amigo Nico.
-Un día que puedas quiero cocinarte mi receta favorita –dijo sonriendo mientras le extendía un paquete de arroz.
-¿Y cúal es esa receta? –pregunté volviendo a revisar la góndola, tratando de recordar si olvidaba algo.
-Mmm… ¡sorpresa! –respondió riendo.
En ese momento, me percaté de que alguien nos espiaba. Estaba segura. Por un instante alguien había espiado en el extremo final de la góndola. Y yo ya intuía quien era. Me volví a Baltazar.
-¿Me harías un favor? –le pregunté con la mejor de las sonrisas. Sí ya sé, no soy buena actriz.
-Decime –dijo enderezándose, como si se preparara a algo difícil.
-Podes comprarme pan en la panadería mientras buscó unas pastas. Así hacemos más rápido.
-¡Si claro! –respondió y salió directo al lado opuesto en el que nos hallábamos.
Di toda la vuelta la góndola y casi me llevo puesto a Nico.
-¿Era necesario que actuaras como un nene chiquito?
-Todavía no me llego la invitación a la boda –dijo burlándose –o van a convivir primero para probar como les va.
-¡Sos odioso! –espeté.
-¡Ya hacen las compras juntos!
-Salía de casa camino al súper y él justo llegaba –me excusé.
-¡No te creo! –Se cruzó de brazos –Nina vas demasiado rápido.
-¡Ni siquiera nos besamos! –Mascullé con ira -¿De qué demonios hablas?
-Si claro. No me expliques nada. No es necesario. –siguió caminando en busca de sus cosas.
-Nico –dije tratando de rejuntar toda la paciencia de la que era capaz –No pienses en cosas raras. Hasta ahora solo se ha comportado como un buen amigo.
-¡Hay Nina! ¡Por amor a dios! ¡Amigos!
-Está bien –dije ya cansada –podes pensar lo que vos gustes.
-Sí, obviamente –respondió –pero al menos no lo arruines con Tommy. Me insistió que lo acompañe a hacer los mandados para sorprenderte con una invitación a cenar. Ahora mismo está llegando, quedamos en encontrarnos acá. Asique trata de hacer lo más rápido posible tus compras y ándate antes de que llegue. –me quedé de una pieza.
-¿Qué?
-¡A menos que ya haya dejado de importarte! –Exclamó.
-Pero…
-¡Hacete humo Nina! –me empujó – ¡Y trata de liberarte de Baltazar antes de las diez de la noche!
Comencé a caminar como una frenética hacia la panadería. ¿Qué estaba haciendo? Esto no podía de forma alguna estar bien. No podía jugar de ese modo conmigo misma y con los demás. A la pasada tomé varias cosas de las góndolas. Si me faltaba algo más, volvería después. Baltazar estaba en la cola de la panadería a punto de ser atendido. Tenía que inventar algo y sacarlo de allí antes de que llegue Tommy. Después en cuanto estuviera en paz en mi casa, pensaría como seguir con todo esto.
-Ya casi –me dijo sonriendo.
-¿Qué te parece si cuando terminamos vamos a ver una peli? –pregunté. Estaba sumamente nerviosa, y Baltazar se volvió por un momento a mis manos que ya sabía yo estarían temblando. Siempre me pasaba, al más mínimo nervio.