Simplemente Nina

Cápitulo 29

   Por primera vez en casi dos meses veía rayos del sol filtrarse a través de las nubes espesas. Este había sido un invierno crudísimo y sombrío, opaco, pero gracias al viento de la noche anterior, el cielo se presentaba un poco más despejado, permitiendo que el sol, entibiara un poco el aire. Con el sol, había llegado el buen humor, y eso se respiraba en el Moscú, o era que a mí personalmente me parecía todo un poco más bello, más luminoso.

-¡Hoy descubrí que sabes sonreír al público en general! –exclamó Nico mientras me pasaba una bandeja de cafés vieneses para repartir.

-No digas bobadas –susurré.

-El amor te ha dado lo que te faltaba Nina, simpatía.

-Me gustaría saber si estando enamorado se te quita lo insoportable –musite mirándolo a los ojos.

-Ni lo sueñes, me pongo peor. Disfrútame ahora que estoy suave.

  Rodé los ojos y me dirigí derecho a las mesas a repartir café. Lo último que queríamos es que se nos enfriaran y tener que hacerlos otra vez. Además, ese mismo día había regresado Mirko y de un humor mortal. Asique mejor no arriesgarse. Tommy, no había dados señales de vida aun y ya nos comenzábamos a preocupar.

-Deberías mandarle un mensaje Nina, sos la que más se lleva con él.

-Pero da la casualidad de que Tommy te aviso a vos lo de la mamá. ¿No te parece que quedamos como re chusmas?

-Ahí está entrando –dijo señalando levemente con el mentón la entrada.

  Tommy entraba al bar debajo de varias capas de ropa, esquivando a los muchos estudiantes que se agolpaban en las mesas bebiendo café. Se lo veía pálido y apenas nos saludó con un gesto de cabeza cuando pasó a nuestro lado directo a la cocina.

-¡Algo va mal! –chilló en mi oído Nico, mientras me apostaba a su lado a cerrar pedidos.

-Sí, y ya me intuyo que no es por la madre. –dije casi segura que la cosa venía por el lado de la chirusa de Karem.

-¡Anda a preguntarle! –Nico me empujó de lo que estaba haciendo.

-Ni lo sueñes querido. Si querés saber vas vos. –dije sin titubeos.

  Paso otro cuarto de hora y nada que se asomaba. Imaginé que estaría haciendo sándwiches o preparando los ingredientes fundamentales para el horario del almuerzo. Traté de estarme serena. Me carcomían las ganas de ir a ver que le sucedía. Quizás él lo estuviera esperando. Aunque claro, también cabía la posibilidad de que si quisiera que lo supiésemos, nos habría llamado o al menos salido a saludar como corresponde. Al final, ganó mi preocupación, e ingresé en la cocina como quien lleva un par de cosas. Para mi sorpresa estaba sentado al final de la misma, reclinado sobre sí mismo. Sus manos sostenían su cabeza y pude adivinar por el sube y baja de su espalda que estaba llorando. Traté de no precipitarme sobre él, pero fue en vano.

-¡Tommy! ¿Qué pasa? –pregunté moderando mi voz. Ya se me había formado un nudo en la garganta.

  Levantó suavemente su cabeza y se incorporó. Tenía la cara roja y contraída. Los ojos llenos de lágrimas. Hinchados. La cosa venía del día anterior, no cabía duda. Instintivamente sequé sus lágrimas con mis dedos ligeros. Su piel al tacto estaba hirviente.

-¿Ya te imaginas no? –respondió con la voz quebrada.

-¿Qué demonios te hizo ahora? –pregunté, ya sintiendo como una rabia amarga y conocida, me reptaba rápidamente por la garganta.

-¡Te juro que me lo esperaba! –Sollozó -¿¡Pero tan rápido!? –ya pude prever en mi mente de que iba la cosa.

-¿No me digas…?

-¡Sí! –me cortó –¡Ya tiene un nuevo novio! ¡Ya soy cosa del pasado!

¡Gracias por leer!

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