Simplemente Nina

Cápitulo 31

    Después de planificar la cena con Nico y de comprar todo lo necesario para prepararla, había hablado con Baltazar para encontrarnos al atardecer en algún lado. Asique se había presentado en mi casa con un look inmejorable, bañado en perfume y con una ramo de flores. Casi me caigo de bruces en cuanto lo vi. Todo lo impensado me estaba ocurriendo. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. De común acuerdo habíamos decidido ir a Maroon. Ya había transcurrido un tiempo del escándalo con Karem, y no me daba vergüenza asistir allí.

   Maroon, quizás por su estilo al extremo moderno y juvenil, era el lugar consagrado de las parejas, y esa tarde estaba prácticamente lleno de ellas. Yo aún no sabía en qué consistía nuestra relación con Baltazar, pero todo indicaba que iríamos a parar a ese destino. El único sitio libre, era el mismo que habíamos ocupado con Tommy la noche del escándalo de Karem. No era para nada supersticiosa, pero aquello debía ser una señal. Estaba segura. De todos modos no dije nada, y me senté sonriéndole como idiota a Baltazar.

    En cuanto estuvimos frente a frente, Baltazar extendió sus brazos por sobre la mesa y tomó mis manos. Una electricidad suave me corrió de cabo a rabo. Manos tibias y suaves, muy suaves. Me lo imaginé a Nico haciendo una morisqueta y diciendo “de acariciar libros” en mi fuero interno. Siempre decía lo mismo cuando comparaba sus manos callosas y engrosadas de trabajar, con las de los estudiantes que acudían a Maroon. Maldita sea, no entendía como había pensado en Nico. De tanto aguantarlo, su imagen y sus comentarios me perseguían hasta en momentos como aquel. Debía desconectarlo o tratar de desinstalarlo como a una app. Baltazar y sus ojos era lo único que debía existir para mí en ese momento.

-Bueno ¿Y qué vamos a tomar? –preguntó.

-¿Un café Irlandés? –propuse. Y no sabía porque íbamos a tomar los dos lo mismo, o en qué momento lo habíamos decidido. Debían ser cosas que hacen las parejas. En mi fuero interno, un insoportable Nico gritó “babosa”.

-Me parece muy buena elección para ser que hace menos cuatro grados bajo cero. –respondió -¡Mozo! –llamó -¡Dos irlandeses! –el mozo asintió y Baltazar volvió su vista a mí –¿Qué te parece si el fin de semana nos vamos a pasarlo a la playa?

-¿A la playa? –pregunté como si aquello que acaba de decir fuera una locura absoluta. Y en parte lo era.

-¿Tiene algo de malo?

-No es que tenga algo de malo, es pleno y crudo invierno –dije como una obviedad.

-Me gusta el mar en todas sus estaciones –sonrió –Pero sino querés podemos hacer otra cosa.

   Sopesé lo que me decía. No podría ocultárselo a nadie. Es decir no podía irme dos días sin decirle a nadie a donde iba a ir a meterme. Pero tampoco quería rechazar de plano lo que me proponía.

-Este finde no puedo porque trabajo –dije al fin –pero podría pedir permiso para el otro ¿Te parece?

-Genial –dijo volviendo a sonreír –tomo tu palabra.

     Entonces, a dos metros míos noté que unos ojos que conocía muy bien, se habían posado en mí.  Karem. Era de no creerse. ¿Qué demonios hacia allí mirándome? En cuanto notó que la había descubierto, apartó los ojos y los centró en su acompañante. Entonces me dí cuenta al fin, que no me miraba con odio o resentimiento, sino con sorpresa y quizás una mota de disgusto. Ella detestaba igual o más que yo que estuviese allí, por la sencilla razón de que se hallaba con su nuevo flamante novio. Se me erizaron los pelos de la nuca. La muy maldita volvía a arruinarme el momento.

   El mozo trajo los cafés, y Baltazar ajeno al estado de nervios en que había sucumbido al verla, comenzó a contarme cosas de su vida y su familia, de su casa en la costa. Traté de prestarle toda la atención que pude, pero el hecho de que Karem no parara de besar y alardear con su monísimo novio me sacaba de quicio. Porque hay que decirlo, era lo más parecido a un súper top model. Este chico sí parecía de su rango, y no es por desmerecer a Tommy, en lo absoluto. Solo que este si encajaba con su perfil de chica Almodóvar.

-¿Te pasa algo Nina? –dijo al fin Baltazar. Tenía el ceño fruncido, y porque no un poco de decepción en los ojos, que trató de disimular.

-No, para nada. Creo que este café tenía mucho licor. –mentí. Pero funcionó, porque volvió a sonreír.

-¡Vámonos! –dijo tomando mi mano de nuevo. Un poco de aire fresco te va a venir bien.




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