La tan mentada semana de las sopas había iniciado, y a Mirko no le había quedado otra opción que pagarle horas extras a todo el personal y abandonar su oficina para trabajar el también. El bar estaba como nunca, y creíamos que antes del jueves, nos quedaríamos sin nada más para ofrecerle al público. Ni un triste café con leche.
-Nos hace demasiada falta Tomás –dijo Nico que trabaja hacia horas como un maniático cortando todo tipo de verduras para las sopas del mediodía.
-Ni lo digas –resoplé –¡Justo necesitó la licencia en este momento! Trabajar ahora mismo le vendría bien para olvidarse sus dramas.
-La madre lo necesita más que Mirko –dijo Nico –al menos los primeros días después de la operación.
A la mamá de Tommy le habían encontrado una especie de quiste en un brazo y la habían operado de urgencia. Para acompañarla, Tommy había tomado toda esa semana de licencia.
-¿No te ha dicho nada más de Karem? –preguntó Nico.
-Nada en lo absoluto. Ni siquiera fue a cenar con nosotros el viernes pasado. No lo he visto más, y por teléfono hablamos poco.
-Deberíamos ir a verlo a la clínica en cuanto salgamos de acá –dijo Nico –Si es que no viene a buscarte Balty –me miró de reojo para ver mi expresión, pero me mantuve impasible, como si no me hubiese dado cuenta.
-Esta semana tiene que estudiar y yo trabajar a tope con el evento de las sopas, así que vamos a darnos nuestro espacio.
Nico me miró nuevamente, pero no dijo nada más por un rato. Asique me obligué a concentrarme en los ingredientes de las famosas sopas Borscht y Solianka de setas, que estaban a cargo mío.
En cuanto cayó la tarde, sentía doloridas e hinchadas las manos, las tenía amoratadas de tanto trabajar. No daba más de preparar sopas y sopas. Le pedí a Mirko que me dejara al frente del local atendiendo mesas y así me lo concedió. Me quedaba solo una hora de trabajo. Podría hacerlo. Hoy no aceptaría el pago de horas extras ni a punta de rifle. El bar estaba más que súper poblado y fuera la gente esperaba en sus autos, a pesar del crudísimo frio. Vale decir que la semana de las sopas se realizaba en la semana más fría del invierno. Pero a la gente eso no parecía importarle.
Ver a toda esa gente disfrutando de nuestro trabajo me reanimó un poco. Comían con deleite, y se notaba que amaban el bendito ritual de las sopas, como el de los blinis y en primavera el de los quesos.
-Nina –me llamó entre susurros Nico mientras le pasaba un pedido a otro compañero –Metí en tu bolso dos recipientes de sopas. Para la cena.
-¡Nico! –chillé – ¡no deberíamos!
Nico rodó los ojos. Era solo un poco de sopa. Pero si Mirko se llegase a enterar estaríamos muertos.
-¿Vas a llegar a tu casa a cocinar después del durísimo día que tuvimos? –preguntó con rabia.
-¡Está bien! –dije –de todos modos no pienso aceptar horas extras hoy.
-Yo menos –dijo sacándose el delantal –ya es la hora. Vayámonos antes de que Mirko nos vea. Me acaba de escribir Tommy. Quiere que pasemos por la clínica.
-No quiero molestar –dije, y era cierto. Ni siquiera conocíamos a la madre.
-¡Nina! –Chilló -¡Vamos a ir!
-Entonces nos falta una cosa –dije, y saqué de la heladera un tercer pote de sopa –él tampoco debe haber tenido un muy buen día.
¡Gracias por leer!
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