Simplemente Nina

Cápitulo 34

   La clínica nos recibió con tibieza, olor a lavandina y remedios. La madre de Tommy estaba en una buena posición económica, por lo que se hallaba internada en el mejor sitio de la ciudad y eso se notaba en cada detalle de aquel lugar. Tommy nos esperaba en el hall de entrada. Se lo veía cansado, pero guapo, increíblemente guapo.

-¡Sécate! –susurró Nico mientras entrabamos.

-¿Qué? –respondí esperando otra de sus idioteces.

-Las babas –dijo mientras se adelantaba y saludaba a Tommy.

-¡Chicos! –dijo Tommy, y pareció desinflarse –No saben cuánto hecho de menos el Moscú.

-Tranquilo –lo consoló Nico –ya vas a tener tiempo de volver a hacer todo el trabajo que nos dejaste y a aguantarte a Nina como siempre. ¡Te ruego que la próxima me avises con tiempo, así me hago a la idea de que me vas a dejar en manos de esta loca que me grita todo el día! –dijo y rió. Tommy lo hizo también. Si a él le sacaba una sonrisa, no me molestaría por el comentario estúpido de mi mejor amigo.

-¿Cómo les va con la semana de las sopas?

-¡Uy! ¡De maravilla! –dije mostrándole mis manos destrozadas –Las ventas están al tope. Mirko se llena de oro y nosotros nos molemos.

-Perdón por dejarlos en un momento como la semana de las sopas, pero mamá me necesitaba –dijo con pena.

-¡Ni se te ocurra! –respondí rápidamente –El Moscú es un trabajo, y nada más. La familia es lo importante.

-¡Hoy por ti, mañana por mí! –dijo Nico palmeándole el brazo e indicándole que ingresáramos en el buffet de la clínica para estar más a gusto.

-¿Cómo salió todo? –pregunté – ¿Esta mejor?

-Increíblemente bien, mejor imposible –respondió y por un minuto, vi pura felicidad en su rostro –en un día se puede ir  a casa.

-Si necesitas algo avísanos –dije alcanzándole la sopa que le había traído –ropa, artículos de higiene, comida, lo que sea.

-Gracias chicos –respondió –con que hayan venido ya es un alivio.

-¿Tu papá? –preguntó Nico.

-Tuvo un viaje de negocios que no podía posponer, asique me quedé yo solo con mamá. ¡De a ratos creo que me voy a enloquecer!

-¿Querés que me quede a hacerte compañía? –me ofrecí.

-No, de ninguna manera. Debes estar molida, y mañana tenés turno otra vez en el bar.

-¿Seguro? –le pregunté, y asintió con total convicción.

¡Gracias por leer!

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