Había nevado. Sí, por más raro que eso fuera en la zona en la que vivía había nevado. Al salir de casa, después de que Tommy se marchara, bailoteé un rato entre la nieve del jardín como cuando niña. Amaba la nieve, y ese día me venía genial. Casi, casi que después de pasar derechito a la friendzone, el que hubiese nevado me había devuelto un poco la alegría.
El Moscú me esperaba rebalsando de gente. Nico en la barra me saludó con la mano y siguió como un loco preparando cafés dobles y cafés rusos. El ambiente estaba cargado de una algarabía insoportablemente alegre, o quizás era yo que estaba de un humor de lo más agrio.
-¡Hey! ¿No me vas a saludar? –me giré sorprendida. Sí, Baltazar estaba allí. Y me sostenía del codo atrayéndome a él. No sé como pero no lo había visto al pasar a su lado.
-¡Balty! –dije. Me miró sorprendido. Él no sabía que lo llamaba de ese modo.
-¡Me gusta el modo dulce que tenés de decirlo! –tenía que cortar esa dulzura de un saque. Nico ya estaba alerta y por chismear, sería capaz de dejar que el bar se prendiese fuego y se quemara hasta los cimientos.
-¿No tenías que estudiar? –pregunté con la mejor de las sonrisas.
-Las ganas de verte le ganaron al estudio ¿Eso está mal?
-No, claro que no. ¿Te sirvo algo? –ofrecí mientras me zafaba de su agarre y me quitaba las capas de ropa que llevaba.
-¿Cúal es tu café favorito? –preguntó.
-El café irlandés o el Moka –dije sin saber a qué iba la pregunta.
-Servime un Moka, vamos a ver qué tal es.
¡Gracias por leer!
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