-¡Nina! ¡Ninaaaa! –el golpeteo en la puerta y los gritos acabaron por fin de despertarme. No sabía dónde estaba o porque se me llamaba a los gritos. Al cabo de unos minutos lo recordé.
Salí de la cama a los tumbos y sintiendo que me dolía absolutamente todo el cuerpo. Todo. Llegué a la puerta de mi casa llevándome todo por delante, y abrí sin mirar la puerta. No necesitaba hacerlo. Reconocería la voz de Nico, así fuera muerta o con alzhéimer.
-¡No solo llueve y está helando, sino que son las siete y media de la mañana! ¡En media hora es tu turno y vos en estas fachas!
-¡Buenos días Nico! –dije arrastrándome hasta la cocina y poniendo el agua para el mate.
-Cámbiate, yo te preparo el desayuno –dijo tomando las cosas de la alacena. A mí aún me costaba ver bien el mundo que me rodeaba.
-¡Buenos días! –dijo Baltazar saliendo en bóxer de mi habitación.
Nico se quedó de una pieza y yo también. Había olvidado por completo que había pasado la noche con él. Si me hubiese podido hacer humo en ese momento, no lo hubiera dudado. Aunque, de no haber estado Nico, hubiese disfrutado a pleno de aquella visión. ¡Dios! ¡El condenado no podía ser tan lindo!
-¡Buen día! –balbucí y me escabullí en la habitación tan pronto como pude. No me moleste en presentarlos. Mucho menos, entablar mirada con Nico.
-¿Ese es tu otro compañero de trabajo no? –preguntó Baltazar entrando detrás de mí.
-Sí, menos mal que me despertó. Sino no iba a trabajar.
-Que no se preocupe –dijo con una sonrisa, tomándome de la cintura y atrayéndome hacia él –yo te llevo.
-¿A los dos? –Aventuré –Nico de seguro vino caminando.
-A los dos –sonrió.
El desayuno fue mejor de lo que esperaba. Nico disimuló como nunca antes. Pero ya sabía yo, que en cuanto estuviésemos solos se descarrilaría a decirme cosas. Y eso nos crearía problemas. Después de lo de la noche anterior, estaba dispuesta a dejar atrás mis ilusiones rotas y apostar por Baltazar, por mucho que a Nico le disgustara. Amaba a Tommy, pero tenía que dejarlo ir. Quizás éramos el uno para el otro, pero no nuestro momento.
Baltazar nos alcanzó hasta el bar sin escatimar muestras de cariño. Nico ya había perdido la compostura y a la mínima oportunidad, me hacía caras o burlas. Quizás imperceptibles para Baltazar, pero no para mí.
-Si hubiera sabido que pasabas la noche con él, no te hubiese molestado Nina.
-No te preocupes –dije, yo había olvidado por completo mi vida la noche anterior. Y si no hubiera sido por él, ni siquiera me habría despertado en toda la mañana. –Gracias a vos llegué a mi turno de trabajo.
-Nina –dijo volviéndose a mí -¿Iba en serio lo de dejar atrás a Tommy?
-Sí Nico. –lo recordé en aquella cama postrado y se me vino el alma al suelo.
-No me lo creo todavía –balbució –Te estás engañando.
-¡Nico por favor! –chillé, y casi tiro una bandeja de café negro.
-Como amigo estoy en la obligación de hacértelo saber.
Suspiré y dejé de preparar los rellenos para los blinis. Al día siguiente seria el festival de blinis y café ruso y teníamos que prepararnos a tope. Además no contábamos con Tommy, lo que significaba muchísimo trabajo de más.
-Nico, esto ya es lo suficientemente difícil como para que nos peleemos entre nosotros.
-No voy a desistir –dijo convencido –algún día me vas a dar la razón.
-¡No soporto que hables como mi abuela! –gruñí.
-¡Y yo que seas como una nena tonta!
¡Gracias por leer!
©Todos los derechos reservados a Melina Sol Gual
Safe Creative- Todos los derechos reservados
Código de registro:1807147726669