Los días transcurrieron indefectiblemente. Todas las tardes o mañanas, dependiendo de mi trabajo en el Moscú, visité a Tommy. Todas. No me perdí un solo día de su evolución. Al cuarto día, la enfermera me guío a otra habitación, y para mi alegría, lo encontré despierto. Su mamá estaba con él, y le vino bien un poco de compañía. Estaba dolorido, pero progresaba. En menos de quince días estaría en su casa terminando de recuperarse. Obviamente, no fui capaz de mencionar nada en lo respectivo al accidente. Ya tendríamos tiempo de hablarlo en algún momento.
La estúpida de Karem, se había ido ese mismo día a su casa. Totalmente recuperada y sin un rasguño. La había ido a buscar su novio. Tuve la malísima suerte de encontrármelos en la entrada del hospital. El bobo ese se habría tragado, vaya dios a saber, que cuentos de esa loca. Pobre tipo. Otro que caía en sus redes.
-¿Me extrañan en el Moscú? –preguntó Tommy débilmente.
-El día de blinis fue un fiasco sin vos. No estabas para prepararme mi favorito –dije con una sonrisa.
-Prometo no volver a faltar –ahora de cerca podía ver sus golpes con mayor claridad. No tendría nombre el dolor por el que había pasado.
-Primero lo primero –dije –hay que recuperarse y disfrutar de los mimos de los seres queridos –tomé su mano. Hubiese amado ocupar el lugar de Karem y estar allí para él todo el tiempo. Porque yo, no le hubiese roto el corazón.
-No me tardaré mucho en volver. Más allá de que me duela todo, me aburro como una ostra en esta cama.
-El sábado vamos a venir con Nico a hacerte compañía a la tarde. Conseguimos una peli para ver los tres que te va a encantar.
Gracias a la posición económica de los padres de Tommy, que está de más decirlo, era muy buena, él tenía una de las mejores habitaciones del hospital con vistas a la plaza, Smart tv, teléfono, aire acondicionado caliente y frio, baño personal, cambiador, placard, mini living para visitas y buffet gratuito. Impecable. El único problema es que estaba roto y dolorido, y no podía disfrutar como hubiese querido de esas vistas tan bonitas y el descanso placentero y tranquilo del hospital.
-Entonces voy a estar esperándolos –sonrió como lo hacía siempre. –Gracias por no dejarme nunca Nina, aunque este hecho pedazos.
-En estos momentos menos que menos. Para las fiestas todos estamos bien, la cosa son las malas rachas.
-Nuestras rachas –musitó.
Apretó mi mano entre las suyas débilmente, y una corriente que casi me paraliza me recorrió el cuerpo de cabo a rabo. Lo amaba con todo el corazón. Reprimí con un dolor inmenso las ganas de arrojarme sobre él, por más maltrecho que estuviera, y darle un beso. De esos que no se olvidan, ni en otra bocas, ni en otras noches, ni en otras vidas. Pero no, no lo hice. Me guardé los besos. No se los daría a nadie más, esos besos eran solo de él. Pero no podía ser. Asique me quedé paradita, sonriéndole como una idiota, que era, aguantado mi desilusión. Pero firme, con su mano bien aferrada a la mía. Con el corazón desintegrándoseme dentro del pecho.
¡Gracias por leer!
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