-¿Entonces que decís? –sus ojos irradiaban luz. Una que había buscado durante años y aparecía ahora en la persona menos esperada.
-Que sí –dije resuelta –acepto.
-Paso por vos a la mañana y a disfrutar –rió y me zampó un beso en la boca -¿Te parece?
-Me parece –dije, con el estómago hecho un lío -¿Qué tengo que llevar?
-Solo lo que te quieras poner y ya.
-Y algo para comer –dije como una obviedad –decime que te gusta.
-No señorita –dijo tomando mis manos y atrayéndome hacia él –de eso me encargo yo, sos mi invitada.
- ¡Baltazar! ¡No me cuesta nada hacer algo para llevar!
-¡No y punto! ¡No se discute más!
-Bueno –me resigné entre sus brazos –pero déjame cocinar a mí allá.
-Entre los dos, porque aunque no parezca me encanta cocinar.
-Bueno, me gusta lo de cocinar de a dos –dije cruzando mis brazos en torno a su cuello, posando mis ojos de un modo osado en su boca perfecta.
-Conozco algunos afrodisiacos –dijo con un tono demasiado sensual.
-Presiento que vas a tener que enseñármelos –dije siguiendo su juego. De verdad que no sabía que yo misma podía ser sexi si me lo proponía. No soporté la tentación y literal me arrojé sobre él.
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