Simplemente Nina

Cápitulo 49

 Dí como trescientas vueltas por mi casa antes de decidirme a salir y subir al carro. Sabía que iba a llegar tarde a mi encuentro con Nico pero, cuanto más lo pensaba más vueltas daba. Ni para ir a una cita con Karem me había puesto tan nervioso. Mi relación con él en años anteriores no había sido la mejor. Estaba enterado de que se vivía burlando de todos, a excepción de Nina, porque a ella se lo decía en la cara, pero los demás éramos su hazme reír de todos los días. Todo el tiempo. Después de aquel estúpido día en que me largué a llorar en el bar, las cosas cambiaron. Y puedo decir que para bien. Nunca me había caído mal, a pesar de sus burlas, pero ahora me caía un millón de veces mejor. Hasta podría decir que muchas veces me levantaba el ánimo con sus ocurrencias.

   Pero lo de hoy era otra cosa. Algo muy diferente. Nico jamás secreteaba conmigo, esta era la primera vez, y si bien no me había adelantado nada, ya intuía yo por donde venía la mano. Me jugaba la cabeza y no la perdía a que la cuestión radicaba en Nina y ese pibe del que nos había contado. Eso me había caído mal, y no porque ella decidiera salir con alguien, o bueno no sé. Lo que si me había molestado es que no fuera capaz de decirlo. Porque seguro Nico lo sabía desde el primer segundo, pero yo había sido el último en saberlo. Y eso me jodió. Lo admito. Por la simple razón de que yo sí se lo hubiera confiado.

   En un primer momento Nico me había dicho que en cuanto estuviésemos solos en el bar me diría de qué iba aquello. Pero después ante mi insistencia de que me dijera algo, decidió que lo mejor sería poder hablarlo tranquilos en un lugar en el que nadie oiría nada. Por lo tanto, el lugar escogido había sido la casa que compartía con su abuela.

-Pasa nomás –dijo en cuanto llegué a su puerta, media hora después de lo acordado y con un paquete de palmeritas que había pasado a comprar. Él no me dijo nada, pero lo sentía contrariado. Como si ahora, no estuviera tan seguro de lo que estaba a punto de hacer. Eso me puso aún más nervioso.

-Nico… ¿Vas a decirme o no de qué va la cosa? –pregunté al cabo de cuarenta minutos de charla superflua.

-Si –respondió, pero se lo había estado pensando largos minutos.

-Bueno, ya fue suficiente espera. Necesito saber qué cosa era tan secreta y ahora tan difícil que alguien como vos no me la pueda decir –dije con toda la calma que fui capaz de fingir. Después de tantas vueltas, mi cabeza ya se había ido a lugares inesperados, imaginando cosas totalmente espantosas.

-Obvio es sobre Nina y el pelagatos con el que anda.

-¿Por qué pelagatos? –pregunté y una idea molesta se instaló en mi mente. Una idea que odié.

-Porque lo es –dijo terminante –Nina está equivocada al meterse con él.

-¿Qué sabes de ese chico? ¿O acaso te molesta por otros motivos?

  Nico me miró y traspasó mi mente con sus ojos de aguilucho. Hasta que tocó la idea que se formaba como una nube en mi mente. Entonces sonrió.

-Si pensás que estoy celoso o que me gusta Nina estás mal de la cabeza –masculló.

-¿Entonces? –Arriesgué -¿Qué es lo malo de ese tal Baltazar?

- No es él el problema –susurró –es Nina.

  Iba a preguntar, pero me abstuve. Lo dejaría hablar, que lo soltara de a poco y como pudiese.

-Ella no está enamorada de él –me miró –sino de alguien más y le está costando admitirlo.

-¿Y eso que tiene que ver conmigo? ¿O que puedo hacer yo? –pregunté desconcertado.

  Nico solo sonrió.  

 

¡Gracias por leer!

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