Simplemente Nina

Cápitulo 55

    En cuanto el bar se desagotó un poco de estudiantes, y pude respirar entre un pedido y otro, me preparé un sándwich y un café ruso. Necesitaba ingerir algo. Las masitas de la mañana habían sido lo mismo que nada. Tommy y Nico estaban preparando un nuevo evento que se le había ocurrido a Mirko en pos de la fecha de la independencia. El bar siempre había ofrecido una extensa variedad de comidas típicas de Rusia, pero esta vez, a Mirko se le había ocurrido que podrían mezclarse tradiciones y hacer un locro al “estilo ruso” era una idea por demás brillante. Nosotros no sabíamos a ciencia cierta si aquello podía ser el mejor de los atinos o el mayor de sus fracasos. Pero dada la fama del bar, estaba casi segura de que mal no le iría. De todos modos, teníamos que prepararnos a tope con aquello. Porque si bien Mirko nos había explicado que en la semana de la independencia no se servirían otras comidas salvo aquella, era algo nuevo que llevaba extensa preparación, cocción e ingredientes. Y nada podía fallar. Nada, a menos que quisieras verte de patitas en la calle. Mirko no se cansaba de decir que lo más importante del bar era precisamente el prestigio. Lo demás se daba solo.

   Mastiqué mi sándwich como si fuera la última vez que lo hiciera. Despacio, sintiendo cada sabor. Lo mismo hacía en mi mente con el comportamiento de Nico y Tommy. Lo masticaba en mi mente, tratando de descifrar de qué iba la cosa. Los había visto cuchichear toda la mañana como unos idiotas, observando mis movimientos con una atención que asustaba. Había pensado en encararlos en la cocina y preguntarles de que iba la cosa, pero no me había animado. Había algo en todo aquello que me trastornaba y me frenaba los pies. No podía manejarlo. Todo aquello se resumía a que no podía entender cómo y cuándo había pasado que se hicieran tan íntimos que ya no pudiesen compartir conmigo nada más.

   El sándwich me cayó mal, y no porque fuera pesado. Tendría que enfrentar aquello. Pero por partes.  Esa misma tarde hablaría con Nico. Después de organizar mi casa que ya era lo más parecido a una pocilga y pensar cuidadosamente las palabras, llamaría a Nico y lo invitaría a cenar. Y allí haría mi jugada, averiguaría de que iba la cosa, o qué demonios había pasado en esos dos días que había pasado con Baltazar en la playa. A mi regreso, parecían otras personas, y eso solo se debía a una cosa y estaba segura de ello: mi relación con Baltazar.

¡Gracias por leer!

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