Hacía mucho que no sentía como la sangre corría a velocidades supersónicas por mi cuerpo, por mis oídos, por mi mente. Me aferré con fuerza al volante tratando de calmar mis nervios. Tenía que controlarme. No estaba acostumbrado a la ira. Sabía lidiar con el dolor, pero no con la furia que ahora me embargaba. Nina había sido el desencadenante de que la ira que guardaba en mi pecho desde hacía tanto por fin saliera. No ella en realidad, sino la necesidad de protegerla, de que nadie le hiciera daño.
Nico había sido claro sobre un punto: “Cálmate, si sabía que te ibas a poner así no te decía nada”. Era la primera vez que lo había visto y oído hablar en serio. Pero estaba lejos de poder calmarme. Lejísimos. Una cuadra más y llegaría al punto en que Nico los había visto. El famoso barrio de las residencias lujosas. La rata del tal Baltazar vivía allí. A tan solo dos cuadras de casa. Hasta ahora no había estado enterado de que éramos vecinos. Pase por el sitio que me había especificado Nico con pelos y señales, pero no había nadie. Ni rastro. Asique no podíamos asegurar que fuera su casa o la de la mujer con la que lo había visto. Di la vuelta a la manzana una vez más y entonces lo vi salir. Frené y prácticamente me tiré del auto como en las películas de acción que miraba. Baltazar vio mi acto de proeza y se le desorbitaron los ojos en cuanto me reconoció. Yo era el tipo menos peligroso de la historia, porque más que putearlo no iba hacer, pero en ese momento vi pasar en sus ojos un destello de miedo y me envalentone. Pero no imagine que alguien como él, de su estilo, de su clase, fuera más peligroso que yo.
¡Gracias por leer!
©Todos los derechos reservados a Melina Sol Gual
Safe Creative- Todos los derechos reservados
Código de registro: 1807147726669