-¡Nina por favor! –Suplicó Baltazar – ¡No puedo creer que te dejes llenar la cabeza de pajaritos por ese camarero! ¡El accidente lo dejó mal! ¡Ve cosas donde no las hay!
-No fue él el que te vió –dije estudiando sus expresiones. Con los años, y después de haber pasado por algunas personas tóxicas, no necesariamente parejas, había desarrollado la técnica de ver, más que de escuchar. Los gestos no mentían, porque la mayoría eran inconscientes. Entonces noté su palidez, y sus labios secarse.
-¿Y quién? –buscó que su voz sonara superada, pero su rostro daba miedo. Y pena. Me estaba mintiendo.
-Otro compañero. –dije con una paz que no sabía que tenía.
-¿Nico? –Su voz se llenó de sarcasmo y por un momento tuve ganas de abofetearlo –Se nota que ama meterse donde no lo llaman.
-¿Qué tiene que ver eso con que te hayan visto con otra mujer? ¿Quién era y que hacías con ella?
-Ya te dije –susurró buscando hablar sin que le temblara la voz –es una compañera de la carrera. La acompañe hasta la calle porque se iba Nina. ¡No podés pensar que te engaño con cada mujer que me pase al lado! ¡O con amigas!
-Es cierto, pero me parece raro que interpreten una despedida de una amiga, con que me estés engañando.
Baltazar pareció perder la compostura por un momento. Se pasó la mano entre el pelo. Sudaba. Estaba histérico. Podía ver en sus ojos como rebuscaba en su mente algún plan, algo que decir que surtiera efecto. Que aplacara mi desconfianza.
-Baltazar –dije tratando de que me mirase –dame unos días para pensar. No puedo darte una respuesta ahora.
-¡No Nina! –Me tironeó las manos -¡Si no me crees ahora, no lo vas a hacer después!
-¿Acaso pretendés que te diga que todo está bien y que sigamos como si nada? –pregunté perdiendo un poco la compostura que había logrado formular en mi cabeza, después de dos días de intensivas charlas y reflexiones en casa de mamá.
-¡Nina, estoy diciéndote la verdad! –Se acercó aún más a mí –no sé cómo hacer para que me creas, para que confíes en mí. ¿Pensás acaso que estaría acá, prácticamente de rodillas ante vos si no me interesaras de verdad?
Era lógico. Y también podía ser cierto que Nico y Tommy estuvieran en un error. O lo que es peor, pero que viniendo de Nico podía pasar, que todo aquello fuera un invento de él para separarme de Baltazar. A Tommy se lo habría contado como verdad para que reaccione en mi defensa y todo fuese creíble. Porque yo, jamás desconfiaría de Tommy.
No.
Me restregué los ojos. No podía ser. Nico sabía llegar lejos, pero no podía pesar así de él. También era mi amigo y había estado conmigo en los peores momentos. Me conocía y sabía cuánto odiaba la mentira, por encima de cualquier otra cosa. No lo haría. A lo sumo había sido como Baltazar decía, era una buena amiga, y para Nico el hecho de verlo acompañado de una mujer ya había sido suficiente. Su cabeza no funcionaba como las demás, eso era un hecho. De seguro habría distorsionado todo cuanto viera.
No.
No tenía razones para distorsionar. Nico no le había hablado de besos. Pero sí que aquella mujer iba abrazada a Baltazar por la cintura y que él sonreía como idiota abrazándola también. Y que sus caras iban muy juntas. Casi rozándose. Con expresiones felices y falsas. Eso había dicho Nico. Que eran expresiones de felicidad falsas. ¿Cómo demonios podía identificar él aquellas cosas?
-Baltazar –dije soltando todo el aire y esquivando su mirada, su boca tentadora y su aroma siempre delicioso –necesito pensar. Mañana voy a tenerte una respuesta.
Suspiró. Relajó el cuerpo, o al menos sus hombros cayeron derrotados.
-Está bien –su voz sonó suave. Besó mi frente y suavemente se levantó de la cama en la que estábamos sentados –paso a buscarte por el Moscú a las cinco.
No me volví a mirarlo. Lo sentí atravesar la casa en silencio. Tomar su saco y salir al aire frio. El silencio volvió a llenar mi casa de nuevo y mi vida. El aire invernal que había entrado cuando él se fuera llegó hasta las puntas de mis pies descalzos. Entonces, me largué a llorar.
¡Gracias por leer!