Prácticamente no había podido pegar un ojo en toda la noche. Había dormido de a ratos. Pero casi nada. Vueltas, vueltas y más vueltas, en la cama y en la mente. Pero al menos le había servido para tomar una decisión. Iba a darle una segunda oportunidad. Lo había pensado hasta el hartazgo, y al fin había decidido confiar en él. Nico pondría el grito en el cielo, pero no me importaría. Era mi decisión.
Entre al bar juntando toda la poca fuerza que me quedaba en el cuerpo. Hoy se celebraba el día de San Petersburgo. No tenía nada que ver con la fundación de la ciudad ni nada, pero a Dimitri el primer dueño del Moscú le había parecido buena idea celebrarlo a finales a de Julio. La celebración consistía en ofrecer al público los más deliciosos postres rusos: Leningradski, Skazka al que Mirko le decía cuento de hadas, Muravéinik que tenía aspecto de hormiguero, el Moskva en honor a Moscú, el Medovik de miel, el postre Praga, el Poliot y el Ptichie Molokó. Todas delicias que Mirko nos había enseñado a hacer con el mayor de los cuidados y dedicación. No podían fallar. Además la clientela eran siempre señoras y señores mayores amigos de sus padres. Era casi un evento privado al que solo había tenido que asistir una vez. Pero justo ese día me había tocado. Cuando entré el bar aún permanecía cerrado al público. Olía a madera, café y crema. Una delicia.
-Es solo un dí más –me dije. Tenía que darme ánimos. Tratar de ser más objetiva y abandonar el drama. No me podía permitir volver a caer en el dramatismo extremo. No podía. No debía.
-¡Nina! –chilló Tommy desde la entrada mientras traspasaba la barra.
-¡Tommy, buen día! –dije tratando de sonar lo más amable posible. Estaba enojada con él. Aunque no sabía porque, si solo había intentado defenderme como un caballero.
-Buen día –se acercó y me saludó con un beso húmedo que me llamó la atención. Nunca apoyaba sus labios en mi mejilla. Pero decidí no darle importancia. Si quería estar con Baltazar, debía olvidar mis fantasías con él como sea. -¿Viste el mensaje?
-¿Qué mensaje? –pregunté tomando mi celular. Entonces lo vi.
-Lo que tanto temíamos está a punto de pasar susurró.
Sí, estaba a punto de quedar en la maldita calle.
¡Gracias por leer!
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