Simplemente Nina

Cápitulo 63

Baltazar tenía las mejillas sonrojadas y una expresión que me había hecho sentir horrible. Percibía una piedra en lugar del estómago.

-¡No me parece que por esta pavada arruinemos la relación que estábamos construyendo! –exclamó.

-¡No es arruinarla, es llevarla más allá Bal!

-¡Lo que cada uno siente por el otro no va a cambiar! ¡No me parece que la solución sea forzar nuestra relación! ¡Pensé que confiabas en mi Nina!

-¡Si no confiara en vos! –dije gritándole por primera vez. Hacía tanto que no lo hacía que lo sentí extraño y me ardió la garganta – ¡no estaría dándote una segunda oportunidad Baltazar! ¡Pero está bien, no te voy a obligar! ¡Ni siquiera lo tendría que haber insinuado!

-¡Nina, cálmate! –dijo levantándose y sujetándome por lo brazos. Me zafé de su agarre y me dirigí a la cocina. No entiendo porque todas las malditas discusiones las teníamos en la habitación, pero al menos ahora me servía como vía de escape.

-¡No me quiero calmar Baltazar, porque viniste a mi casa rogarme que te crea y cuando lo hago y te propongo avanzar para demostrarte que confío en vos me salís con esto! ¡Es el colmo!

-¡Mi amor! –dijo con voz calmada y sujetándome por la cintura –de verdad quiero estar con vos, no dudo de eso, pero me gusta que lo que tenemos sea solo nuestro. Al menos por ahora disfrutemos de ser vos y yo. No necesitamos mostrarle al mundo que nos queremos, mientras lo sepamos nosotros es suficiente.

-No sé, puede que tengas razón. Pero no tenías que poner esa cara. –dije empujándolo sin lograr liberarme. La cara me ardía de la indignación.

-Bueno perdóname –dijo acercándose aún más y estampándome un beso en la cara –no fue intencional, me sorprendiste porque pensé que querías que nos sigamos conociendo, no que buscabas blanquear nuestra relación cuando no lo necesitamos.

-¡No quiero discutir más! –dije escapando de sus brazos – ¡no soporto las discusiones!

   El nudo que tenía en el centro de mi cuerpo había aflojado un poco. Pero solo un poco. Que ese día terminara ya. Había sido demasiado. Entre Baltazar y la situación del Moscú, lo único que pedía mi mente era descansar un poco. Me serví un vaso de agua y lo tomé completo y de un tirón. Al menos mi garganta recibió una recompensa.

-Está bien –susurró. Sus ojos se veían contrariados, y solo ahí frente a la distancia que nos separaba, me dí cuenta de que le temblaban las manos. ¿Qué demonios le pasaba? Allí había algo más, pero no era algo que averiguaría hoy. No daba más.

-Necesito descansar mi cabeza y mie cuerpo de los problemas –dije fríamente.

-¿Me voy o me quedo a hacerte compañía? -susurró unos minutos más tarde. 

-Lo que te haga mejor –respondí sin mirarlo.

-Me quedo –dijo y una vez más se acercó a abrazarme.    

   Todo su cuerpo temblaba, vibraba junto a mi piel. Está bien que estábamos discutiendo, pero tampoco para temblar de ese modo. O tenía un problema nervioso agudo o algo allí no andaba bien. Lo abrace también, porque lo necesitaba. Necesitaba que alguien me sostuviera en ese momento en que mi vida se había convertido en viento y lo había desmoronado casi todo a su paso: trabajo, estabilidad, amor, confianza, todo. Los ojos se me llenaron de lágrimas y el viento se me acumuló en la garganta formando un remolino violento.

-Tranquila amor –susurró entre mi pelo –todo va a estar bien.

  Y busqué creerle.

¡Gracias por leer!

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